sábado, 25 de marzo de 2006

Del tres por ciento al cuatro por ciento

Leo hoy en El País que, en los departamentos de la Generalitat de Catalunya dependientes de Esquerra Republicana, los empleados temporalmente como personal laboral reciben cartas animándoles a que donen una participación fija —como porcentaje tasado— de su salario a una fundación dependiente de ERC. El porcentaje varía dependiendo de la condición del puesto de trabajo, partiendo de un 4% para los de inferior categoría para ir aumentando a medida que es más alto el salario. Si los pagos no se inician en un plazo dado, estos trabajadores públicos reciben otra misiva, en tono más conminatorio, anunciando la consideración de esta falta de colaboración en el futuro si no se cambia de actitud.
Un tal Xavier Vendrell, Secretario de Organización y Finanzas del partido de marras y firmante de las cartas, se defiende con una serie de argumentos más bien falaces y que cito de memoria para hacer mis propios comentarios:
- El propio Vendrell dona siguiendo esta fórmula un porcentaje de su salario. Muy instructivo, pero me permito suponer que esta cesión la realiza de mil amores, dado que ¡vaya coincidencia! está afiliado a ERC.
- Se envían estos requerimientos bajo la convicción de que el personal que trabaja en estos departamentos es considerado por sus superiores como «de confianza», y teniendo en cuenta que esta confianza se puede renovar o no en función del compromiso expresado con esos pagos. Decididos a confirmar la caricatura del catalán para quien la pela es la pela, los acólitos de Carod Rovira sostienen que no hay afecto más sincero que el demostrado en dinerito contante y sonante. Yo podría creer —haciendo gala de una buena fe algo pánfila— que a quienes ocupan puestos de libre designación (los puestos «políticos») sí se les puede exigir ciertas cesiones en pro de los que les nombraron; más difícil me resulta considerarlo así en el caso de los telefonistas, ordenanzas o técnicos que acceden a su puesto mediante un sistema de cómputo de méritos. ¿Qué confianza deben ganarse las personas cuando realizan trabajos que en la mayoría de los casos no les gustan para ganarse la vida?
- De alguna manera tendrá que financiarse un partido escasamente beneficiado por las donaciones «anónimas». ¡Pues claro! A falta de tres per cent buenas son las donaciones extraídas bajo la sutil amenaza de dejar de considerar a una persona apta para su puesto por convertirse en poco de fiar —locución contraria a la temible de confianza—. Si los métodos ajenos son poco transparentes, ¿por qué a nosotros se nos critica por estas delicadas presiones sobre gente que presumiblemente vive —no holgadamente, pero vive— de su trabajo, de tal manera que tendrá cierto natural deseo de conservar la confianza de quien le manda?
Me quito de encima a toda velocidad una conclusión obvia: francamente, es preciso crear ¡pero ya! una regulación de la financiación de los partidos decente.
Me interesa más explicarme respecto de otra cosa. Un partido como lo son la mayoría —PSOE, PP, IU, qué sé yo— se encuentra obligado a evitar determinados actos que puedan resultar en un desdoro de su imagen democrática. Sin embargo, ERC, siempre tan audaz, se siente a salvo de esos juicios ajenos y presumiblemente catalanófobos. Y con razón. Mientras la mayoría de los partidos aspiran a parecer (seamos realistas y no escribamos ser) racionales y fieles a métodos democráticos, los nacionalistas, cuyo credo se basa en argumentos sentimentales e irracionales, pueden saltarse sin complejos ciertas molestas normas de conducta pública, puesto que las arbitrariedades forman parte íntima de su ser. Si verdaderamente ERC se considera a sí misma la auténtica voz del pueblo catalán, ¿por qué no va a actuar de una forma tan indefendible como su propia premisa? Nada les está vedado, porque cualquier norma —lógica, ética, legal— se les queda pequeña ante el gran verdadero máximo venerable fetiche: la nación.
Si ellos son de izquierdas, tendré que inventarme una etiqueta para mí.
Os animo a volver a mi post del 17 de enero, que me parece también esclarecedor a este respecto. Me refiero a la parte en que distingo a los que afectan honradez (aunque sean unos canallas) de quienes no se sienten ni siquiera obligados a mantener las apariencias.

(al margen) Si Ciudadanos por Cataluña forma un partido político y se extiende, ¿podremos hablar, por fin, de un partido radical en esta España mía esta España tuya esta España nuestra?

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