lunes, 24 de abril de 2006

Sevillanas de la Realidad Nacional


Zi lo nuehtro e divertinno
Y ehtá de buen royito
Vamo de reí a jartanno
Y a brindá con rebujito.

Con el PER y la PAC
No teniamo zuficiente
Por eso noh buhcamo
La incapacidá permanente

Noh divertimo con ardó
Y me ofrehco con pracé:
Zi te puedo hacé un favó,
¿pa qué te lo voy a hacé?

Zomo una nación
Ehta e nuehtra identidá
Con un zalero del copón,
Lo demáh qué máh noh da.

Azí e la Feria de Abril
Ehtán uhtede invitado
Aunque no entrarán aquí
Zi de fuera zon llegado.

viernes, 21 de abril de 2006

El blablablá vasco

Al fin he visto La pelota vasca, el tan polémico documental de Julio Medem. ¿Tendrán razón quienes han rechazado su participación en el mismo? ¿Será de verdad un artificio nacionalista?
Lo más evidente es que a Medem le ha guiado la buena voluntad. Ha querido dar voz a todas las partes encontradas en ese complejo bicho al que se suele llamar problema vasco. Y ese es su primer, y no pequeño, defecto. Buscar una pluralidad de opiniones le ha llevado a convertir la película en una sucesión de numerosísimos bustos parlantes, cuyos discursos se agrupan temáticamente: ahora hablamos de los presos; ahora montamos en paralelo el testimonio de una víctima de ETA con el de una simpatizante abertzale que afirma —y no denuncia— haber recibido torturas de la Guardia Civil; ahora todos hablan mal del PP, etcétera. Estos segmentos se aíslan entre sí mediante la inclusión de imágenes históricas y de archivo montadas con intención retórica no demasiado clara (salvo en la competición de sogatira), en la que mozotes practican los deportes típicamente vascos. Lo malo es que la voluntad de abarcarlo todo y comprimirlo en un par de horas significa que el espectador tenga que conformarse con extractos homeopáticos de las intervenciones reales de los entrevistados. ¿Con qué criterio se han seleccionado esos cortes? Quién sabe. Yo estoy habituado a pensar que la exposición de una idea interesante no se ajusta fácilmente a un tiempo tasado demasiado breve: puede ser cosa de treinta segundos, de dos minutos o de un cuarto de hora; por eso me resultan tan chirriantes planteamientos como los de 59 segundos, según los cuales la exhibición de una limitación temporal supone un trato más justo a los opinadores. Pues en este caso, ni cincuenta y nueve, ni treinta: se proponen cortes de unos quince—los más excepcionalmente largos—, diez, cinco, e incluso dos segundos. Lo que se dice un montaje ágil, vaya. Así no hay quien pesque un discurso coherente, y el espectador —yo al menos— acaba por aburrirse como una ostra en ese carrusel de caras y en ese coro cacofónico.
Otra de mis manías predilectas es la de aborrecer esos artículos y crónicas, tan abundantes en la prensa anglosajona, en los que el prurito de mostrarse imparciales obliga a sus autores a referir las posturas enfrentadas acerca de cualquier conflicto, dando a todas ellas una misma consideración. Como buen hijo del escepticismo que soy, no ignoro lo imposible que es alcanzar la imparcialidad, y juzgo más honrado a quien parte de prejuicios ideológicos claros y accesibles al espectador o lector, que a quien intenta hacer pasar por iguales carne, pescado y verdura. Medem peca intensamente a este respecto. Los montajes en paralelo, la ausencia de preguntas que son fundamentales para entender a ciertos personajes (eché de menos que algún abertzale respondiese a algo tan sencillo como ¿se justifica la lucha armada en las condiciones actuales del País Vasco?), algunos artificios retóricos vienen a indicar la supuesta postura de los autores del documental: los pobres vascos andamos como andamos porque nos pasamos la vida entre los unos y los otros, y no nos dejan vivir en paz. Y, no está de más recordarlo, el comportamiento opresor de los unos no es equiparable al padecimiento de los otros.
En suma, más tazas del mismo caldo. Y una intervención para la historia: Otegi afirmando que nos enfrentamos a un predominio absoluto de lo yanqui, con un solo idioma —el inglés— y un solo régimen alimenticio —el del McDonalds—; ese mundo sería muy «aburrido». Para entretenernos se vienen bastando, pero que muy bien, él y sus morroskos desde hace cuarenta años.

miércoles, 19 de abril de 2006

Un aforismo y el mismo aforismo

El aforismo:
Como no nos andemos con cuidado, vamos a convertir a España en lo que los nacionalistas dicen que es.

Y su versión para tontos:
Como no nos andemos con cuidado, vamos a convertir a España en la mierda que los nacionalistas dicen que es.

martes, 18 de abril de 2006

Dos apuntes en un día cualquiera

Uno
En El Mundo de hoy Rafael Navarro-Valls, preocupado por la reforzada notoriedad de El código Da Vinci, ahora convertido en superproducción de Hollywood, publica una diatriba en contra de dicha novela. Certifica la pobreza narrativa y la ignorancia notoria de Dan Brown declarándolas herederas del pensiero debole y de la cultura de la sospecha, y lamenta la indignación y los enfrentamientos violentos entre creyentes que va a alentar. Absurdo, pienso yo: quienes se indignan y enfrentan violentamente cuando se les tocan las creencias no son los suspicaces incansables ni los que «piensan débil». Todo lo contrario, son quienes piensan con mucha fuerza; más fuerza incluso de la que les merece el respeto al prójimo.

Al grano. Según leo en el artículo, un personaje central en la trama, redomado asesino, es un albino perteneciente al Opus Dei. Grave equivocación la de Dan Brown, quien al parecer no contaba con la existencia de los 17000 miembros de la Asociación de Albinos e Hipopigmentados Americanos, que han hecho constar su protesta ante la extensión del «viejo estereotipo del malvado albino». Me siento culpable porque durante mis 32 años largos de existencia he sido incapaz de enterarme de la existencia del ese viejo estereotipo. Magnífico, de todos modos; la cultura de la queja extiende sus largos tentáculos mediante uno de los ardides favoritos del tenaz Lucifer: el agrupamiento de las personas según sus caracteres accidentales, y la conversión de éstos en condiciones morales. El victimismo, una vez más, triunfa. Ni que hayan aprendido de Zapatero.

Y dos
El Roto siempre acierta:

«Una clara alternativa al desastre petrolífero sigue siendo la catástrofe nuclear»

lunes, 17 de abril de 2006

Próximos estrenos en cartelera

#1. A un apuesto profesor, bailarín de salón en sus ratos libres y recién llegado al instituto de un barrio marginal de Chicago, se le encomienda una clase compuesta por alumnos en estado de predelincuencia. Gracias al baile y a su mano izquierda, canaliza la ira de sus pupilos y consigue hacer de ellos un grupo de buenos ciudadanos y excelentes bailarines.

#2. Un joven relojero admite un trabajo de circunstancias: hacerse cargo de una clase de alumnos en estado de predelincuencia del instituto de un barrio marginal de Denver. Gracias a la magia de la mecánica de los relojes y a su mano izquierda, canaliza la ira de sus pupilos y hace de ellos magníficos relojeros, así como buenos y puntuales ciudadanos. El mundo se llenará de relojes con la leyenda Colorado Watches en su esfera.

#3. Un joven constructor recibe una benévola condena por ciertas componendas efectuadas al borde de la ley: hacerse cargo temporalmente de una clase, compuesta por alumnos en estado de predelincuencia, del instituto de un barrio marginal de Detroit. Gracias a su talento para los negocios, sus pocos escrúpulos y su mano izquierda, canaliza la ira de sus pupilos y hace de ellos perfectos promotores inmobiliarios y buenos ciudadanos. Como la ley es un tanto restrictiva en su ciudad, deciden saltar el charco y establecer su negocio en una conocida población turística de la costa malagueña, cuya línea costera, a buen seguro, habrá de ser modificada pronto en los mapas.

#4. Un joven profesor de filosofía de la Universidad de Yale decide poner en práctica ciertas teorías pedagógicas suyas con una clase de alumnos en estado de predelincuencia del instituto de un barrio marginal de Nueva York. Gracias a las lecturas dramatizadas de El ser y el tiempo y a su mano izquierda, los pupilos acaban por canalizar su ira, por crear una nueva corriente filosófica, la Escuela de Harlem, y por ser un grupo de buenos ciudadanos.

Esta relación prosigue ad infinitum.

viernes, 14 de abril de 2006

El diagnóstico y las causas

En una homilía del Cardenal Antonio Cañizares, Arzobispo de Toledo, Primado de España y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal:

Todos somos conscientes de la situación delicada que vivimos. A nadie se le oculta el proyecto de sociedad, de cultura que se está llevando a la práctica en medio nuestro.(…) El laicismo, la quiebra de unos principios y criterios de juicio para el comportamiento moral de la sociedad, la erradicación de nuestras raíces cristianas, la configuración de un nuevo régimen, la preterición de una historia común compartida, los problemas doctrinales, la disidencia de sectores eclesiales es todo un conjunto que reclama el que nos pongamos al frente del rebaño como buenos pastores y defendamos, hasta con el sacrificio de nuestras personas, a ese rebaño que se nos ha confiado, y les proporcionemos los alimentos necesarios y los llevemos a las fuentes de agua viva que pueda saciar la sed de nuestras gentes, sobre todo de los jóvenes, los más necesitados

Si yo fuera católico tendría la misma preocupación. En cualquier época, los valores se entrelazan con las condiciones objetivas de vida y organizan la conducta a condición de ser convenientes. En la actualidad de la sociedad industrial avanzada, estos valores son seguidos en virtud, también, de su comodidad, lo que viene a chocar con el rigorismo moral de las grandes religiones. Además, sobre las tradicionales manifestaciones del poder recae siempre la sospecha escéptica, dudar si el representante del poder ideológico no es en realidad un cínico que abusa de su posición para contradecir en la práctica lo que pregona públicamente en un lenguaje a menudo oscuro o metafórico, inepto para satisfacer la necesidad de comprender, siquiera superficialmente, el porqué de las cosas.

Estas sospechas, estas dificultades, han hecho mella acusadamente en el catolicismo, acompañadas de ciertas demostradas conductas reprobables efectuadas por algunos de sus representantes más conspicuos.

Sabido esto, el discurso del Cardenal Cañizares no sólo ha acertado en el diagnóstico, sino que también, involuntariamente, ha exhibido un muestrario de las razones para esa desafección entre la Iglesia institucionalizada y quienes somos candidatos a constituir su grey: la arrogancia ética (como si el laicismo no supiera nada de esa cosa llamada moral, no fuera una opción moral); la defensa irrazonada de unas tradiciones cuyo máximo valor es el de generar una inercia a menudo indeseable; el aplastamiento del debate teológico interno, considerado como «problemas doctrinales» o «disidencia de sectores eclesiales»; el más que obsoleto lenguaje en el que se unen los alimentos espirituales regados con fuentes de agua viva o el abuso de la bella imagen del buen pastor…

Ni apruebo ni desapruebo, qué más da; sólo constato cómo se marchita y queda sin savia una iglesia de la que me siento cada vez más ajeno. Eso sí, cuando dentro de poco el Papa congregue en Valencia a unos cientos de miles de personas, nos resignaremos a observar pacientemente cómo durante unos días se crean la ilusión de que su árbol no pierde vida.

martes, 11 de abril de 2006

Mentiras reales

Desde la consagración de Borges y la difusión de la estética posmoderna, los literatos se han afanado en explicarnos el verdadero estatuto de la ficción y la alteración que ha sufrido la relación entre la anécdota y la narración en sí. Lástima que, por lo común, la habilidad narrativa tiene poco que ver con la claridad teórica, y el novelista de éxito, dejándose llevar por criterios estéticos y alguna confusión conceptual, suele hacerse (y hacer a sus lectores) un lío con las palabras. Ahí tienen ustedes al bueno de Vargas Llosa, que ha llenado cientos de páginas con el mérito de confundir términos tales como «verdad» con «certeza» y «realidad» y, por lo tanto «mentira» con «falsedad» y «ficción». Creo que nada supera a un diccionario para acabar de una vez por todas con estas aburridas construcciones pseudoteóricas.

Para apreciar verdaderamente a Borges, más que fabricarle una teoría, hay que afirmarse bien en el simple sentido común. Es entonces cuando vivimos la conmoción de sus relatos, el delicado juego entre lo real y lo ficticio. Un caso: un teólogo se aplica en el estudio de la relación entre Jesucristo y Judas, y a lo largo de su vida llega a tres conclusiones sucesivas; según la primera, Judas se sacrifica para que la redención obrada por el sacrificio de Jesús tenga un opuesto perfecto y se siga cumpliendo la economía trascendente del universo [nota pedante: a Borges le gusta tanto esta lógica de los opuestos que la usa bellamente en El inmortal y en Deutsches Requiem; y, a mi juicio, también se sirve de ella para su propia biografía, cuando sacrifica su premio Nobel al infamarse en compañía de Pinochet y Videla]; según la segunda, Judas es el perfecto asceta que, más allá de la simple y fácil renuncia al placer mundano, efectúa una abdicación radical, la renuncia a la bondad; por último, según la tercera, la más abracadabrante, Dios no se encarnó en Jesús, sino en Judas para hacer más perfecta la identificación con el hombre, pecador al fin. Bueno, pues esto tan mal resumido es Tres versiones de Judas, que ustedes pueden leer en Ficciones. La verdadera ficción es la existencia del enloquecido teólogo Nils Runeberg; lo hermoso es saber que cualquiera de esas tres versiones es perfectamente plausible en el ámbito de la disquisición pura y dura; leemos un cabal extracto de la doctrina contenida en las tres —ficticias— obras de Runeberg y no tenemos ninguna razón para dejar de considerarla digna de aprecio. Runeberg es ficticio; sus tres versiones de Judas, en cambio, son especulación, con el mismo estatuto de realidad que gozan la obra de Kant o la cosmología de Platón.

No pretendo agotar la elegante obra de Borges en un párrafo tan pedestre como el anterior; sí quiero explicar que no se le puede apreciar atendiendo a la mayoría de sus exegetas.
Qué bruto soy, ya me fui por las ramas. Bueno, lo que antecede viene a cuento del artículo que hoy firma en El País Félix de Azúa, Cuando lo real no vale un real, en el que se soba una vez más el asunto de la relación entre realidad y ficción, tomando como casos paradigmáticos Tom Wolfe (como creador del nuevo periodismo y exponente de la novela «documentada» con pretensiones de descripción social de una época) o Javier Cercas (posmoderno de pro que alía periodismo, historiografía y literatura). Azúa tiene razón en varios argumentos y se equivoca en otros. Veamos:

«El novelista actual (…) tiene dudas sobre la pertinencia de una realidad literaria soberana. [Eduardo] Mendoza lo dice con claridad: la novela tiene que establecer un contrato con la realidad periodística o histórica»

No veo por qué ha de ser así. La novela es un género que lo admite todo. Ignoro en qué consisten las dudas aludidas del novelista. El lector abajofirmante no tiene ninguna, ni ningún prejuicio al respecto.

«Para nuestra sociedad, que es la que decide lo que lee como real y lo que rechaza como ficticio, no hay apenas diferencia entre la realidad literaria, la periodística y la histórica. En cada caso, sólo la intervención de los jueces (pleitos por calumnias) y de los científicos (denuncias de fraude) puede cambiar el signo de la realidad descrita»

Sospecho que en esta cita se encierran, por lo menos, una generalización indebida (¿«nuestra sociedad» es «la que decide»?) y una petición de principio (¿dónde encuentra esa falta de criterio social?). No creo que nuestro concepto de la ficción, la mentira y el error haya cambiado sustancialmente para volver «al siglo XII, cuando no había diferencia ninguna entre lo real y lo ficticio». Precisamente, la aparición de un periodismo que se sirve de técnicas tradicionalmente usadas en la ficción, o la aparición de crónicas escritas con la ambición y los resultados de la mejor novela (caso de A sangre fría) nos indica que, por el momento, gozamos de buena salud mental y distinguimos entre el mundo real y nuestras voces interiores.

Sí estoy de acuerdo en que nuestro sometimiento a los regulares y masivos bombardeos de esas peculiares células narrativas que son los anuncios pueda erosionar «nuestra capacidad para separar lo real de lo ficticio»; no obstante, dudo que esa erosión se generalice a todos los mensajes que nos llegan desde el exterior. La verdad, el éxito de los publicitarios es el hacernos pasar por reales sus ficciones. Un indicio esperanzador es que la historia de la publicidad moderna es la de una huida permanente, buscando nuevas y cada vez más sofisticadas formas de propaganda que pueda confundirse con información fiable: ahí tienen ustedes los Cronosalud que, bajo un leve disfraz informativo, pretenden vendernos las ventajas de cierta leche con aditivos; mientras tanto, los anuncios tradicionales efectúan su propia escapada para parecer cualquier cosa menos publicidad, llegando a los extremos ridículamente esnobs del ¿Te gusta conducir? y otras pamplinas por el estilo, perpetradas para epatar a los neoingenuos que (allá ellos) han descubierto en los spots una de las bellas artes.

«El chip [de la publicidad y propaganda] exige que nuestras ficciones parezcan reales y que nuestras realidades parezcan ficticias, lo que ha ampliado enormemente el campo de lo ficticio»

La exigencia de que las ficciones nos parezcan reales no me parece nueva, por cuanto el éxito de una ficción es, para empezar, el de conseguir la verosimilitud. A este respecto, no hay que dejarse engañar por la calidad del propio engaño; ahora existen más medios que nunca para que un mensaje parezca real (proyecciones en tres dimensiones; asientos móviles en atracciones y tantas otras cosas), pero, más que suponer un peligro para nuestro sentido de la realidad, provoca en el espectador acostumbrado a las ficciones una crecida sospecha respecto de la autenticidad de una imagen (escribo «imagen» en el más amplio sentido) que es puesta en entredicho desde su inicio. La confusión inversa, «que nuestras realidades parezcan ficticias» es más bien producto de una de las características morales de nuestra cultura: la amplificación patológica de la conciencia del sí mismo. Pero esto cala más hondo, y es para cuando tenga ganas de hacer un post verdaderamente profundo.
Del artículo de Azúa, que pese a todo me parece muy interesante, destaco este escéptico dardo:

«(…) Esto no quiere decir que no subsistan escritores que se atengan a lo propiamente literario (Ferrer Lerín), periodistas que traten de ser objetivos (Kapuzinsky) o historiadores respetuosos con la objetividad (ni idea)»

Y esta sana delimitación conceptual:

«Evidentemente, por “publicidad” hay que entender, además de la que sirve para obligar a la gente a gastar su dinero en lo que convenga a las grandes compañías, aquella otra que ordena tener por real la información que beneficia a las autoridades, como ese Consejo Audiovisual que los políticos catalanes han impuesto a sus dóciles periodistas»

Por favor, querido Félix, cuídate, que haces mucha falta.

lunes, 10 de abril de 2006

El más detestado

Después de unos primeros momentos de desconcierto, nuestros primeros espadas (ejem) de la política nacional se han apresurado a despejarnos todas las dudas: podemos servirnos de una inversión del argumento de autoridad para suponer a Alfredo Pérez Rubalcaba una excelente elección para el Ministerio de Interior. Primero, las quejas.

(¿Que va a ser ministro quién?) Rajoy, para empezar, declaró al recién elegido indigno de su confianza. Según parece, el pecado original de quien hasta ahora ha sido portavoz del PSOE es el de haber alentado a las masas contra las sedes del Partido Popular durante la jornada de reflexión previa a las últimas elecciones generales. Acebes, ministro cuya elocuencia es fiel expresión de su valía política, prefería a cualquier otro que hubiera podido elegir Zapatero. Su protesta es más bien un temor: «¿Qué nos va a pasar a los del PP la próxima jornada de reflexión? Es como poner a la zorra a cuidar de las gallinas». La lástima es que, en mi recuerdo [post del 11 de marzo pasado], el PP perdió unas elecciones que tenía en la mano porque, sin ayuda de nadie (mi indignación no se sirvió de la famosa intervención de Rubalcaba, porque no la conocí hasta días después de las elecciones), ofreció la impresión de mentir para cargar el mochuelo de un atentado monstruoso a quienes estaban siendo caracterizados como amigos del PSOE.

Rajoy y Acebes no están solos en su batalla. Zaplana desconfía de la información «trabucada» que Rubalcaba pueda transmitir en las reuniones de la comisión de secretos oficiales y del Pacto Antiterrorista. María del Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel, el concejal de Ermua secuestrado y asesinado, sentencia que «es la peor noticia que las víctimas del terrorismo podíamos oír» y que «ahora estamos seguros de que ETA va a conseguir bastante más de lo que podíamos pensar en un principio». ¿A qué víctimas te refieres, María del Mar? ¿A las de la AVT, cuya ejecutoria sigue el dictado de Jiménez Losantos?

(El que faltaba) Ya echábamos de menos sentirnos más inteligentes gracias a las irrupciones del camarada Egibar, más callado desde que el PNV lo postergó en un arrebato de sentido común, para bien de Josu Jon Imaz y de todos. Aquí están sus argumentos contra el nombramiento de Rubalcaba, en cierta medida contrarios a los del PP:
«No encontraréis en los últimos tiempos un discurso más rancio y más español» ¡Oopa! Qué manera de arrancarse, uniendo los adjetivos rancio, de carácter francamente valorativo, y español, incapaz de calificar discursos porque sólo sirve para definir la nacionalidad de una persona. La maliciosa intención de identificar «español» y «rancio» no debe despistarnos: hay españoles modernos y revenidos, inteligentes y mentecatos, del mismo modo que hay vascos modernos e inteligentes y vascos como Egibar.

«[Los socialistas] son unos artistas para intentar anestesiar al pueblo vasco. Dicen que primero hay que consolidar la paz, según ellos, hay que verificar, y después “ya hablaremos de los problemas que tenéis”» Esa facultad hipnótica, ¿también alcanzará, por ejemplo, a los socialistas vascos? Llámese anestesia o no, queda claro que Egibar nos ofrece ese monstruito llamado proceso político, es decir, aspira a cumplir el chantaje de la violencia malgré les circonstances. Pues nada, hombre, que tengas mala suerte en lo tuyo.

«[Zapatero y Rubalcaba son culpables de] diseñar y materializar la división del nacionalismo» Lástima que esté tan equivocado este politólogo de batzoki; ya me gustaría que fuera verdad. Interesante me resulta esta invocación a la unidad de los partidos nacionalistas, sean del pelaje que sean, unidos frente a esa rancia España, cruel madrastra que, en el fondo, les da los pretextos (no las razones) para alimentarse. Que conste: estoy tentado de darle la razón en que todos los nacionalismos vienen a parar en lo mismo, es decir, en la retórica, el victimismo sin fin, el sentimentalismo, el desprecio de la razón y la ira.

(La inteligencia al poder) ¿Pero quién es Rubalcaba? ¿El maquiavelo del PSOE? ¿El manipulador sin principios? ¿El mentiroso? No sé. Sí creo que se trata de uno de esos políticos atentos más a la ética de la responsabilidad que a la de la convicción, y por lo tanto un pragmático de los pies a la cabeza, un hombre eficaz. Digamos que su modelo de conducta es el «ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». Tal vez es el político más capaz y más consciente del valor de su actividad, lo que le convierte en el adversario a evitar en las trifulcas cotidianas. Transmite tal autoridad sobre su actividad que sus intervenciones, siempre, orbitan muy por encima de las de sus correligionarios. Quienes somos aficionados a disfrutar de los buenos oradores parlamentarios, llámense Beiras, Rajoy o Borrell, hemos pasado nuestros mejores ratos escuchando a Rubalcaba, uno de los poquísimos políticos que no se sirven sistemáticamente de las fórmulas del argumentario y de los que más parece atender a la inteligencia de su auditorio.
Zapatero tiene la inmensa suerte de contar con él, y la agudeza suficiente para servirse de su talento a manos llenas. Lo mismo da que sea para sacar adelante la ley de educación, desatascar el lastimoso proceso del estatuto de Cataluña, abrir el Pacto Antiterrorista, dirigir la campaña electoral o sacarle las castañas del fuego cuando venían mal dadas en la comisión parlamentaria sobre el 11 de marzo de 2004. Recuerden la comparecencia de Zapatero en la comisión, los líos en que se había metido el pobrecillo, y cómo Rubalcaba le hizo salir airoso durante su turno de preguntas; quien en su momento lo haya seguido sabrá qué quiero decir.

A mi modesto entender, José Antonio Alonso estaba haciendo un buen trabajo en el Ministerio del Interior; creo que el nombramiento de Rubalcaba es una de las pocas cosas que pueden convertir a esta sustitución en razonable.

jueves, 6 de abril de 2006

La esquerra nostra

«Una funcionaria denuncia ante el fiscal el envío de cartas de ERC», es un titular de El País de hoy. Al parecer, la denunciante recibió dos cartas de Esquerra Republicana, en abril y en mayo del año pasado, después de haber sido trasladada a un puesto de nivel inferior al que ya había consolidado. En la primera de ellas Xavier Vendrell le solicitaba el certificado anual de aportaciones efectuadas a favor de la Fundación Josep Irla, afín a ERC. En la segunda…

«A primeros de mayo [de 1995], la funcionaria volvió a recibir otra carta, también de Vendrell, recordándole que no había respondido y que si no se ponía en contacto con la secretaria de organización y finanzas de ERC, se actuaría “en consecuencia, hecho que comportará incluso el cese que todo el mundo quisiera ahorrarse”. Por eso, Vendrell le reclamaba “un gesto sencillo” para que esa “tarea desagradable” que le tocaba realizar fuera “un poco más fácil”.»

A esto se suman, según la denunciante, varias conductas calificables de presunto acoso laboral.
Vamos con la parte que ofrece más miga. Sigo transcribiendo de la noticia de El País:

«Fuentes del partido admitieron ayer que la funcionaria nunca debería haber recibido esa carta porque la carta financiera de ERC se aplica únicamente a los cargos de confianza y al personal eventual de la Generalitat [los subrayados son míos]»

Mi experiencia como personal temporal en una institución pública ha venido a enseñarme que los temporales o eventuales son los elementos más frágiles de toda la plantilla. Como los sindicatos nada ganan abogando por sus intereses, en los eventuales se concentran todas las cesiones laborales mientras, el personal fijo —el que más cuenta cuando llegan las elecciones sindicales y, por lo tanto, el reparto de ciertas prebendas y liberaciones— pasa intocado a través de los convenios con una frescura casi perfecta. Los escritos aportados por esta buena señora, así como las extrañas disculpas de nuestros buenos amigos de ERC vienen a confirmar este estado de cosas: el trabajador eventual de la Generalitat ha de avenirse a los pagos para evitar que sus superiores recurran al «cese que todo el mundo quisiera ahorrarse». No quiero parecer sectario, así que me evitaré escribir la palabra bajo cuya acepción cabe enteramente todo este comportamiento. Bueno, me mojaré un poco: empieza por «m» y termina por «afia».

¿Pero es que nadie va a pararlos?