viernes, 3 de febrero de 2006

Muerte accidental del derecho natural

Desde que varios aspectos de la vida en sociedad son progresivamente regulados mediante normas que incluyen regímenes sancionadores, la capacidad de los ciudadanos de administrarse a sí mismos buscando pequeños consensos o rigiéndose por la costumbre cada vez está más deteriorada.
La Ministra de Sanidad acaba de descubrir algunos fundamentos de filosofía del derecho. Por ejemplo, que cuando uno se pone a prohibir, la gente sobreentiende que lo no prohibido está permitido, y actúa en consecuencia. Apenas ha pasado un mes desde que entró en vigor la Ley de medidas frente al tabaquismo y un precipitado furor evaluativo la ha llevado a observar que, si bien el estricto cumplimiento es satisfactorio, los efectos logrados sobre las conductas no son los deseados. Viene a propósito una cita del por otra parte un tanto inhumano Herbert Spencer (La esclavitud del porvenir, en El individuo contra el Estado):

«La teoría según la cual el político procede habitualmente, es la de que las medidas adoptadas no rebasarán los límites que él pretende trazarles de antemano. Estudia atentamente los resultados inmediatos de tal o cual acto, pero no sus efectos remotos, y menos aún los concomitantes»

En esta ocasión el Gobierno ha previsto mal, pero por haber calculado que un cumplimiento cabal de la ley iba a corresponder con su objetivo práctico de la disminución del consumo de tabaco. Cumplir la ley permite, después de todo, fumar más de lo que se proponía la Ministra; esa distancia entre el efecto conseguido (evaluado después de ¡sólo un mes!) y lo pretendido por la ley no estaba prevista, aunque fuera previsible. Vivir para ver.
Algún asesor jurídico debe de tenerla advertida de que es inconstitucional redactar una ley con un artículo único que rece: Prohibido fumar so pena de castigo grande. Ha querido entonces hacer otra ley que pareciera inspirarse en principios incuestionables, pero hete aquí que, una vez que cuando esa ley se promulga y se cumple no ha encontrado razones suficientes para conformarnos. Debe dar "un paso más". Y, mientras tanto, los ciudadanos comprendemos que facilitar a los no fumadores vivir sin humos no es lo mismo que obligar a los ciudadanos a no fumar.
Una opinión osada, pero que me permitirán expresar porque no fumo: la ministra se entrega a estos arranques porque por fin ha gozado el insuperable gusto de la docilidad del ciudadano ante la norma.
(Un juego de palabras) Allí donde me gano el sueldo la dirección ha pegado varios carteles que dicen: «En cumplimiento de la normativa vigente se prohíbe fumar en este centro de trabajo». Alguien, apegado a la literalidad de la norma, ha tachado se prohíbe y en su lugar ha escrito no se permite.

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