Cada día, según voy leyendo sus posts y artículos, me voy convenciendo más de lo inteligente que es Arcadi Espada y de lo certero que acostumbra a ser en sus observaciones. Comento un aspecto de su última carta, acerca del debatido libro de Ian Buruma:
“Lo importante y fatal, sin embargo, es que el ensayista desdeña en este punto la naturaleza humana y las recientes investigaciones sobre ella. Aunque se comprende la inercia. La literatura lleva siglos ocupándose de las ideas malignas. Pero apenas nadie escribe sobre las características biológicas de los sujetos donde prenden”
Acierta al denunciar esta tradicional falta en la reflexión ética, pero no del todo. A pesar de que es importante y, al parecer, se están haciendo progresos en la investigación de los procesos ¿biopsíquicos?, un ensayo sobre la violencia sectaria ha de centrarse de forma natural en lo distintivo de esa violencia, que es el sectarismo. El punto de partida de toda ética es admitir la posibilidad, cuando menos parcial, del libre albedrío. Sobre lo que no es libre albedrío, vale decir sobre lo biológico, no podemos intervenir y por lo tanto poco cabe decir: cualquier esfuerzo se antoja, de momento, estéril. A la biología no se la convence; a la razón sí. Por eso necesitamos el ensayo humanístico, con toda su inercia de siglos de aparente desprecio por la ciencia; por eso desconfiamos de las emociones y de los sentimientos, y preferimos justificarlas, razonarlas, antes que admitirlas.
La apuesta, al menos en nuestra tradición cultural, es por la lucidez, porque sabemos (o creemos saber) que en la medida en que razonamos reside nuestro monto de libertad personal. ¿O no?
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