jueves, 16 de marzo de 2017

La bajada de la fecundidad

«... se constata que, poco a poco, la cultura terapéutica logrará hacer antipático a aquél que debería inspirar simpatía como la cosa más natural del mundo: el niño.
»No estoy seguro de que haya que culpar solo a los pesticidas para explicar la bajada de la fecundidad. La imagen de estos intrusos arrogantes debe de tener algo que ver.
»A esto se añade el hecho de que esta cultura nos da una visión casi sacerdotal del rol de los padres. A los padres se les acusa continuamente de no hacer
lo bastante...

»La educación en la mentalidad terapéutica supone un coste enorme para un rendimiento mediocre, siempre con el fin de preservar la ilusión de que es posible un mundo sin confrontación. Aquí se reconocen los efectos de la neurosis sobre la conducta: mucha inversión para pocos resultados.

»Jacques y Olga, ya en la treintena, se complacen en anunciar a sus padres que van a tener un hijo. Cuál será su decepción al constatar el escaso entusiasmo que la novedad suscita. Con respecto al trabajo, los futuros abuelos sugieren que no habrá que contar demasiado con ellos. "¡Gracias sean dadas!", exclamó el futuro abuelo.

»Ambos son educadores. Han "sudado la camiseta por vosotros", como proclama el futuro abuelo. Han conocido los cursos de parto sin dolor, las colas de espera en Disneyland, las dificultades escolares, el desamor, el adulterio, el divorcio, volverse a casar, las venturas y desventuras de la familia recompuesta y hoy, aunque hayan llegado a buen puerto, nos atrevemos a decir que se preguntan si todo esto ha valido la pena, tanto más cuanto que él ya no ve a sus hijos, que le han vuelto la espalda.

»No es que tuviera muchos hijos, pero él estaba todo el tiempo ocupado. Había que llevarles al fútbol, a solfeo, además del ortodontista, la logopeda, el psicólogo infantil. Hubo que prohibir el abuso del ordenador, del cannabis, explicar cómo se toma la píldora, cómo se pone el condón...

»No era como con los niños de antes, a los que se mandaba a jugar afuera hasta que volvían con hambre. Niños que costaban dinero, no tiempo, niños que se hacían olvidar al dejarse arrastrar por multitudes que corrían hacia aventuras improbables»

       Alain Valterio, Névrose psy, pp. 44-45

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