martes, 31 de enero de 2006

Spanish Cinema for the World

He visto una película que me ha parecido bien: La suerte dormida. La anécdota, la investigación de un accidente laboral en una mina en el que muere un joven obrero, me interesó; el desarrollo moral de la protagonista, también. La escena más eficaz, la discusión entre la protagonista y su padre, es memorable porque se afronta como se debe hacer siempre con los momentos honradamente emotivos: de frente y sin miedo al ridículo. Lo mejor es que la directora, Ángeles González-Sinde, no pretende nunca imponer su talento y narra los hechos sin manierismos.
Además, ella me cae bien y goza de los beneficios de un tranquilo atractivo muy de agradecer. Intervino antes y después de la película, opinando con atrevimiento y sentido común, en una conversación tutelada por Cayetana Guillén Cuervo y en la que también participaban Belén Gopegui y mi admirada Adriana Ozores. A su juicio, en el cine español de los 80 las películas estaban protagonizadas por profesionales liberales bien remunerados porque así los guionistas se quitaban de encima incómodas constricciones (yo estoy de acuerdo con el dictamen de Miguel Ángel Cortés: el cine español de los 80 es el peor de su historia). Admite como referentes a directores insuficientemente reconocidos como Mike Nichols o Sidney Lumet. Y por último, una guinda que aplaudí en mi fuero interno: Cayetana, mujer intrépida que cuando se aventura a dejar de leer las tarjetas preparadas abusa del lugar común, quiero decir de la sandez, terminaba la emisión afirmando que había sido un "programa de mujeres", y Ángeles irrumpió deseando que "cuando la semana que viene vengan cuatro hombres, digas que ha sido un programa de hombres".

En uno de los intermedios, zapeé un rato El lápiz del carpintero. La escena que me encontré, una sesión de sugestión a cargo de un cultivado, civilizado, simpaticón y encantador republicano con uno de sus compañeros de prisión (tosco pero honrado, también simpaticón y encantador), y un posterior advenimiento de Nancho Novo haciendo muecas para figurar un falangista me hicieron pensar que el cine español de los 80, después de todo, no estaba tan mal.

miércoles, 25 de enero de 2006

Impresiones que nunca defenderé

(Una paradoja) Al público general (si tal cosa existe) le gusta el impresionismo por la unión de dos características: no deja de ser figurativo, que es lo que está dispuesto a aceptar; y supone una elaboración, una transformación “artística” de esa figuración.
En otras palabras, gusta por razones contrarias a las premisas de los impresionistas mismos.

(Cuadros de una exposición) La visita a la última exposición de pintura expresionista en la Fundación Barrié ha sido muy instructiva, si no sobre los misterios de la corriente artística, sí sobre mi propia percepción de las artes plásticas. No soy un esteta, y creo que a mi edad, francamente, estoy muy lejos de aprender a serlo. Soy tan torpe para distinguir una buena obra de una mala que he caído en la ignominia máxima de defender que la finalidad de una obra de arte es muy distinta a la mera provocación de juicios de valor.
No he sido capaz de resistir más de medio minuto contemplando una sola de las pinturas expuestas. Mis pies no paraban y me deslizaba, procurando no molestar a los otros visitantes, mirando las obras de través. De los cuadros, que apenas tenían nada de sorprendente que ofrecerme, sólo veía las gotazas del óleo brillando gloriosamente por obra de una iluminación mala y excesiva. Sólo podía juzgar si se había dado con la “impresión”. En resumen, miré cuadros, pero sólo vi ilustraciones de un calendario.
La apreciación, lo he comprobado, no es sólo una actitud; también es una capacidad. En mi caso, y respecto del impresionismo, una capacidad estragada por el exceso de consumo, por una saturación estética a la cual estoy condenado por el abuso al que se nos ha sometido desde los medios de publicidad (perdón, de comunicación).
Sólo me complacieron algunos efectos logrados por artistas menores (sin duda mi estigma es el de ser un espectador de segunda fila): Caillebotte, las ondas acuáticas de Berthe Morisot, las composiciones arbitrariamente azarosas (¡toma ya!) de Pierre Bonnard, tal vez algún nublado.

martes, 24 de enero de 2006

Moleskine 23-1-06

Del Diario de un golfo, de Höder Sínpagaard, d’après Rafael de Rojas

(La acción es un arma cargada de futuro, cargada por el diablo) A uno le gustaría que, a su voluntad, sus actos no fueran más que actos y que las palabras no significasen más que lo indicado por el diccionario. Que un mimo fuera sólo un mimo, un beso sólo un beso, un coito sólo un coito, y carecieran de toda promesa o connotación.

(Un animal muy social) Sabemos, entiendo que gracias a la experiencia, que la ley de la inercia es el principio fundamental de la vida en sociedad, y presumimos en un ser cercano que va a seguir haciendo lo mismo que le vemos hacer ahora. Da lo mismo que sea para bien o para mal: esta proyección hacia el futuro es economía intelectual, pero también una condena a soportar las expectativas del otro. Y recuerda: la expectativa se mide con el deseo y lleva de la mano a la evaluación, y ésta, como demuestra cualquier filosofía del quietismo, a la percepción de la insuficiencia y al sufrimiento.

(Yo no soy malo, es que me han enseñado así) Si es inevitable usar, en un sentido más o menos evidente, al otro como instrumento, si es inevitable en fin provocar dolor, ¿habrá en alguno de esos usos una mayor razón moral? ¿Soy mejor porque no quiero hacer sufrir a los demás, aunque no sepa cómo conseguirlo? ¿O es otra argucia de mi íntimo hedonismo para creerme mejor de lo que soy?

jueves, 19 de enero de 2006

Un saludo cordial

Sí, un saludo cordial a quien hasta el momento es mi ÚNICO lector (que se sepa): ¿qué tal, Fale? Mientras busco mi propia perseverancia, me alegro de encontrarme con la tuya. Un abrazo.

martes, 17 de enero de 2006

Del nepotismo al sectarismo

Me ha despertado de mi habitual desgana la exhibición en el tablón de anuncios sindicales de mi centro de trabajo (en Galicia) de un escrito en el cual la Confederación Intersindical Galega (CIG) recuerda la promesa que Anxo Quintana (vicepresidente de la Xunta y cabeza del Bloque Nacionalista Galego, con el cual la CIG mantiene lazos fraternos) hizo de desmantelar «a cultura política que deixou o PP», y se contrasta con la permanencia de algunos funcionarios de la Xunta que, habiendo sido nombrados durante los gobiernos anteriores, permanecen en su puesto o en otros puestos de parecidas características. Estos funcionarios son identificados con nombres y apellidos y se describe sucintamente su currículum más reciente. Finalmente, se propone su destitución.
Como cualquier descripción que yo haga sobre este escrito puede despertar recelos, citaré literalmente a modo de ejemplo y de modelo la designación de uno de los funcionarios señalados, así como otros párrafos de interés. Eludiré, eso sí, nombres y nombramientos que permitan identificar a los ya señalados por el sindicato. También ahorraré la traducción, que no creo necesaria.
«Así é como Quintana vai desmantelar o sistema do PP?
»A Consellería da Vicepresidencia (sic) da Igualdade e do Benestar, manten (sic) en postos de libre designación a maioria (sic) dos nomeados a dedo polo PP.
[…]
»SECRETARIA XERAL E DE RELACIÓNS INSTITUCIONAIS
»[Fulano del Mengano Perentánez], nomeado por Antonio Losada como [Blablablá], foi o [nonseiqué] con Xaime Pita e foi tamén [nonseicantos] con Elisa Madarro como Delegada Provincial.
»Continúan nos seus postos a maioría dos xefes de servizo».
De otras dos personas se afirma que «estes dous altos cargos continúan nos mesmos postos a pesar de estar nunha dirección xeral dirixida por Ruben (sic) Cela». Como colofón se añade un sello que reza: «ALTOS CARGOS QUE O FORON TAMÉN CO PP – NON GRAZAS».
No me esperaba este tipo de reacciones después del cambio del gobierno. Lo que supone este escrito, señalar a determinados funcionarios para que sean destituidos sin falta, también es la arrogancia por parte del sindicato de una función de vigilancia que, a mi juicio, va más allá de la defensa de los derechos de los trabajadores. Se puede comprobar que en todo el escrito nunca se intenta demostrar incompetencia o venalidad de dichas personas en su carrera —y, de hecho, por lo que sé de alguna de ellas, no creo que tengan mucho que encontrar en ese sentido—, que es al fin y al cabo lo único que podría justificar semejante presión pública. La única falta es, al parecer, haber sido nombrados por el partido enemigo; ni siquiera se plantea la duda de que ese partido enemigo se haya "equivocado" nombrando por descuido a alguna persona de fiar que bien puede seguir ejerciendo funciones de responsabilidad. No se repara en que estos funcionarios bien pueden ser políticamente independientes. No se repara, en fin, en nada salvo en la afiliación de sus antiguos superiores.
Una conclusión de emergencia es la de la profunda ingenuidad de estos sindicalistas, que cándidamente se hacen la ilusión de que el cambio de gobierno les va a permitir mangonear cuanto quieran. ¡Qué concepto del poder político, qué cultura democrática…! ¿Será cierto que es lo que han aprendido durante tantos años de fraguismo?
Una amiga con la que he comentado esto me dice, con una nota de conformismo melancólico: «todos hacen lo mismo, todos hacen limpieza cuando les llega el turno». No puede evitar responderle que, si bien estamos acostumbrados a esta práctica, es la primera ocasión en que he podido observar que además se reconozca abiertamente como uno de los ejes de la acción política hacer responder a los funcionarios por los puestos que aceptaron desempeñar en el pasado, ya fuera por mera ambición personal (que en principio nada tiene de malo), ya fuera simplemente por seguir haciendo un trabajo respetable en un nivel superior y con más capacidad de influencia. Establecer este criterio para una purga en la administración pública gallega supone el paso de hacer pasar por bueno lo que antes ni se osaba confesar, lo que se omitía hipócritamente. Y es que la hipocresía, como decía La Rochefoucauld (máxima que Sánchez Ferlosio glosa como siempre, tan bien...) es "un homenaje que el vicio rinde a la virtud". Quien calla lo que hace y mantiene las apariencias (por ejemplo disimulando su propia limpieza política) sabe que su acto es o puede ser reconocido como doloso; sabe qué es lo correcto y por eso mismo, por mantener las apariencias, puede llegar incluso a realizarlo, pasando de la ortodoxia a la ortopraxis por vía del qué dirán. En la CIG han superado este nivel de evolución moral para ni siquiera reconocer la arbitrariedad y la injusticia de lo que proponen: para ellos lo correcto es tener a su gente, ¿acaso no es lo normal? Se trata de estatuir las reglas del sectarismo, mucho más convencido de su virtud que el solapado pero no por ello inadvertido nepotismo de antaño. Parafraseando a Huxley, usted paga los impuestos: escoja pues la manera en que se desperdician.

domingo, 15 de enero de 2006

Renovación continuista

Si hemos de creer a los cronistas, Fraga ha descrito el último congreso del PPdeG como una "renovación continuista". Es una bonita expresión que semeja dos platillos en una balanza perfectamente equilibrada: renovación y también continuismo, nuevas caras y también viejas, la galicia urbana y también la agraria, jóvenes y también mayores, birretes y también boinas, virginidad y también matrimonio, etcétera. Debe de ser satisfactorio afrontar los dilemas de la vida con la suficiente pericia como para no renunciar a nada. Sin embargo, ingenuamente me había hecho ilusiones de que el platillo de la renovación pesara más que el del continuismo. Al congreso entró un PP gallego alegremente acompañado por los sectores que habían entrado en política para enriquecerse (no lo digo yo, lo dijo López Veiga) y del congreso salió un PP gallego con las mismas amistades. Es la dura ley pero ley del electoralismo de favor, autobús y bocadillo, ahora con la máscara tecnocrática y aseada de Núñez Feijóo: muy gracioso cuando se ve en la distancia, pero más siniestro cuando nos acordamos de que los favores siempre se cobran.

sábado, 14 de enero de 2006

Cuida la libertad

Leo en la recensión publicada en Babelia acerca de un libro de entrevistas con Richard Rorty una cita suya: "Cuida la libertad y la verdad se cuidará a sí misma". [¿Fue el ajedrecista Morphy quien dijo "ayuda a tus piezas y ellas te ayudarán a ti"?] Qué hermoso, y qué instructivo para todos los tentados por el diablillo de la comisión política, ese que insta a crear comités audiovisuales aquí y allá. Sin embargo, la discusión sobre qué es la libertad (y basta entenderla simplemente como libertad política) y qué se debe considerar como verdad nunca se resolverá, porque encierran en sí mismas aporías monumentales. Navegamos por el universo que nos hemos encontrado sin abandonar jamás la incertidumbre, y nunca sabremos si merecemos ser más libres o si lo que concluimos es cierto. Eliminemos a la verdad (social) de la frase, y seamos realistas en cuanto a la libertad (negativa, en el sentido propuesto por Berlin), sin saber más de lo que podemos pero convirtiéndola en un valor supremo. El resultado es como sigue: "Nunca limites la libertad, ¡y defiende tu verdad!".

viernes, 13 de enero de 2006

Diseñó, pues, Dios al ser humano a imagen suya… (Gn, 1, 27)

La prensa española afronta el caso acerca de la enseñanza de la evolución biológica frente a los defensores del "diseño inteligente" con la habitual mezcla de condescendencia y de fariseísmo que aplicamos a todo lo que nos llega de los Estados Unidos, ese trozo del mundo poblado por paletos, fundamentalistas y brutos incapaces de descontaminar las escuelas de la religiosidad más tosca… Éste, como tantos otros asuntos, me sugiere varios puntos de fuga:
#1. El ya aludido fariseísmo del que hacemos gala. ¿Qué ejemplo podemos suponer si nosotros estamos aún lejos de suprimir el adoctrinamiento religioso en nuestras aulas? Me gustaría que el CIS se molestase en preguntar al común de la ciudadanía si a) ¿cree usted que el hombre surgió por decisión divina, o como resultado de un proceso evolutivo? b) ¿opina usted que la teoría de la creación del hombre, tal como aparece explicada en la Biblia, debería ser enseñada en la asignatura de Conocimiento del Medio? c) ¿cree usted que los primeros seres humanos fueron Adán y Eva? ¿Y que se debería enseñar así en clase de Conocimiento del Medio?
#2. Menospreciamos la religiosidad oficial en los Estados Unidos, ahora a partir de la discusión acerca de la creación o de la evolución. Los partidarios del diseño inteligente, nos decimos, eluden los criterios científicos y se dejan contaminar por un punto de vista religioso que, además, quieren imponer a todos los alumnos. Muy bien, aquí sabemos que el diseño inteligente no es un contenido que merezca entrar en los planes de estudios, pero no tengo el menor indicio de que sepamos por qué. Tenemos mucha razón cuando despachamos las creencias religiosas como irracionales y las restringimos al ámbito de lo privado; sin embargo, no seríamos capaces de argumentar ante un defensor del diseño inteligente las razones de esa restricción. Para los europeos laicos la religiosidad de los demás no pasa del carácter de fetiche, pero no nos damos cuenta de que la ciencia constituye para nosotros un fetiche igual de eficaz. En nombre de la ciencia, como categoría superadora de lo humano, y en relación al otro talismán —primo hermano— que es el del progreso, se pueden y se han llegado a cometer atrocidades; para empezar, estableciendo como científicas categorías arbitrarias ("normal" y "anormal", "suficiente" e "insuficiente", "humano" y "no humano" en fin). Su carácter de fetiche es más sutil, pero igualmente perverso.
#3. A falta de pruebas confirmatorias de su creencia, el principal argumento esgrimido por estos entusiastas del Génesis es el de la maravilla. Qué complicado e improbable es, explican, que sobre la faz de la tierra haya surgido la vida, y que esta vida a lo largo de los milenios haya evolucionado tanto y haciéndose tan compleja que por último resultado aparezca el ser humano. En efecto, la probabilidad es remota, pero tanto como lo pueda ser cualquier resultado que se produzca tomando unos mismos elementos (un "caos primordial") que forman un sistema complejo. Atendiendo a su propia y particular génesis, ninguno de estos piadosos científicos se asombra de que, a priori, la probabilidad de que un determinado espermatozoide tropiece con cierto óvulo haya tenido como consecuencia un ser humano que, ¡voilá!, resulta ser él mismo. En definitiva, cualquier acontecimiento —cualquiera— de los que vemos y vivimos cualquier día es sumamente improbable, pero ocurre. Maravillarse de ello es hacerlo también de que los ríos descarguen toda su agua en el mar, y no al revés.
#4. Si los argumentos a favor son realmente tan escasos o por mejor decir inexistentes, su mejor estrategia para defenderlos es el ataque a los postulados evolucionistas; así, los despistadillos (que siempre los hay) creerán que lo escenificado es un debate científico, y que si tal debate existe es porque existe la incertidumbre entre ambos modelos. Para entrar en este punto hay que ser cuidadoso, y recordar en qué parte ha de recaer la carga de la prueba: una teoría científica no se sustenta sólo de las dudas que pueda provocar acerca de otra teoría con la cual compite; y las dudas han de tener un mínimo de consistencia y no consistir en una recogida interesada de eventos descontextualizados y reunidos. La teoría evolucionista, por amplia que sea, tiene sus límites; la teoría evolucionista viene siendo confirmada desde hace más de un siglo por hallazgos con verdadero peso; la teoría evolucionista predice eficazmente. Un puñado de anécdotas no la invalidan, ni provocan grandes dudas acerca de su validez.
#5. Aunque no estoy demasiado informado acerca de los pormenores del diseño inteligente, me permitiré el lujo de encontrar en él la no demasiado escondida huella de una intención. En los términos en que tal suposición se presenta (si hemos de creer lo que explica la prensa), se elimina la referencia explícita a la religión, de modo que se sortea el escollo con el que se han encontrado los creacionistas hasta ahora, el de ser tildados de fanáticos religiosos. Ahora bien, hablar de diseño y de inteligente es dejar implícita la referencia a una voluntad. Diseñar es algo que no ocurre, sino que se hace; la inteligencia no se encuentra en el insondable silencio del cosmos, sino que es una cualidad que se entiende en seres. Un ser y una voluntad es lo que quieren colar de rondón en las escuelas después de que se hayan superado los anteriores ataques, a saber [tomado del excelente artículo que Stephen Jay Gould publicó en The Athlantic Monthly hace veintitantos años, Genesis vs. Geology]: las antiguas leyes, que prohibieron en varios estados la enseñanza de la evolución y que llevaron al procesamiento de John Scopes en 1925; en los años 70, el estado de Tennessee aprobó que se dedicase el mismo tiempo en las clases de ciencias a la evolución y a la creación, aunque más tarde se entendió tal disposición como inconstitucional; el mismo proceso se inició con éxito inicial en los estados de Louisiana y Arkansas en 1981.
#6. Para los diseñados inteligentemente, el ser humano supone una culminación que tiene, definitivamente, una raíz religiosa. El universo fue hecho para que en él naciera y creciera el hombre, el ser más perfecto de la creación. No es que no simpatice con la radical diferenciación entre nosotros y la naturaleza, que es en realidad la primera toma de conciencia de lo humano, la primera realización humana, pero creo que tratar de encontrar un sentido trascendente al ser humano no proporciona ayuda salvo para superar la angustia existencial; todo acaba emborronado allí donde aparece el sentido, la noción de progreso histórico. Ese apego al sentido ha cimentado una civilización, pero también tales cotas de espanto que podrían al menos hacernos dudar de si ha merecido la pena.

sábado, 7 de enero de 2006

¡Ruido de sables! (o Este Mena es una ganga)

El teniente general Mena ha dicho lo que le parecía el proyecto de Estatuto Catalán y ha recordado convenientemente cuál es el papel que la Constitución otorga al Ejército y en qué casos podría actuar. Un pobre infeliz con ganas de hacerse el héroe de la derecha a costa de recordar el peor clima pregolpista de la transición. Mientras tanto, los nacionalismos identitarios se sirven del incidente para cargarse de razón y, en consecuencia, hacerse oír. Enhorabuena a todos y vale.
Lo más preocupante es el eco que se ha hecho entre los aficionados. Escuchando un programa de radio, varios oyentes se declararon de acuerdo con el bueno de Mena y alegaron el derecho a la libertad de expresión para justificar su discurso. En lo que no han reparado estos bienintencionados opinadores es en que la democracia no elimina el principio de autoridad; a buen seguro están incluso de acuerdo en ello. Por lo tanto, no les ha de costar ningún trabajo admitir que su arresto y su destitución está siendo efectuado por el Gobierno haciendo legítimo uso de sus funciones.
Tendemos a disculpar o condenar los comportamientos intolerables según su contenido "explícito". Si éste nos gusta, invocamos la libertad de expresión y a otra cosa. Parecido caso —salvando las distancias— nos lo encontramos cuando un grupo de gente del mundo del espectáculo irrumpió en un debate en el Congreso de los diputados exhibiendo unas camisetas con lemas contra la guerra, como si no fuera la cámara de representantes y como si su postura antibelicista no estuviera representada allí ese día. En fin, ese día quienes se indignaron por el trato aplicado a los protestones fueron los izquierdistas despistados, y ahora es la derecha rancia, reaccionaria… Todo eso.
El reconocimiento al otro es una de las condiciones para que exista una verdadera democracia, y dentro de ese reconocimiento habríamos de mantener la observancia de unas mínimas normas de respeto hacia los demás: unas normas de uso de la democracia, digamos, para hacer "como que" consideramos a los otros como personas respetables. Cuando esas normas se transgreden devaluamos al otro respecto de su condición de persona. El debate deja entonces de existir, y nos encontramos con la dichosa crispación y todo lo que comporta. Creo que, contra el virus del sectarismo, bien haríamos en proponer la vacuna de la buena educación, que es sólo uno de los principios contra los que ha atentado Mena. Las formas, la hipocresía, hacer como si fuéramos distintos a nosotros mismos, ceder parte de nuestra soberanía simplemente para reconocer al otro, permitiría aumentar la calidad de nuestras relaciones sociales y políticas y edificar, de una vez, el debate. Del mismo modo que el Teniente Coronel Mena cometió también una grave falta contra las buenas maneras, sus compañeros de ideología harían bien en distinguir entre una cosa y otra, y condenar el dichoso discurso como es menester. Hala.

Moleskine 6-1-06

Otro te lo habría dicho mejor que yo: “el hombre abandonaría a su amada porque no podría conservarla junto con su lucha interna. Para conservar a su amada tendría que convertir todo su amor en un engaño, pues de otra manera ella participaría de sus sufrimientos de una manera que no se justifica en modo alguno”.
No te digo a quién le tomo prestadas estas palabras, porque me da vergüenza.

lunes, 2 de enero de 2006

To Know or not to Know

Camino hacia mi casa, ya de día, después de celebrar la Nochevieja. Es esa mirada tan particular, que hace los colores más vivos, de los ojos ya acostumbrados a la penumbra. Me mira una urraca posada en la barandilla del puente de Isabel la Católica. Ella no sabe nada, ni siquiera que un nuevo año comienza (salvo que sea una urraca decididamente anormal). Y yo, consciente de que las fechas son meras convenciones, no puedo evitar la inercia de sentirme como si empezase un tiempo nuevo, como si el tiempo no fuera uno nada más que uno y la fragmentación arbitraria implicase una diferencia en la sustancia de cada año, de cada día o de cada segundo. “Mira tú, con ser tan boba esa urraca sabe mejor que yo”, me digo.

La última línea de defensa

Cuando la ambición de dominio nos haya hecho progresar tanto como para darnos la oportunidad de erradicar de una vez por todas la conciencia de humanidad (o a la humanidad misma, tanto da), cuando nos encontremos, después de tanto denuedo y sudor, en el mismísimo trance de lograrlo, de avanzar el definitivo paso, sólo impedirá conseguirlo la misma humilde vibración que, nacida en el vientre y amplificándose poco a poco hasta inundar el pecho, impidió al soldado de la reina ejecutar a Blancanieves: la misericordia.