Oído al protagonista de unos dibujos animados televisados: “¡Está nevando! ¡Ahora sí son unas navidades perfectas!”
No está mal esto de hacer depender la perfección de un evento que sucede necesariamente (si bien es de naturaleza convencional) de otro suceso tan lejano a nuestro alcance, o por lo menos al alcance de cualquier personaje de dibujos animados que disfrute de un resto de verosimilitud narrativa, que todavía está incluido en la categoría denominada “fenómeno atmosférico”. Es el desplazamiento navideño de cierta perversa mentalidad turística que a) ha de ser consciente de vivir un momento “especial”, es decir, disfruta desde el punto de vista de un futuro en el que se narra e interpreta lo vivido y b) precisa la participación de todos los elementos, incluidos —por qué no— los naturales, para constituir esa experiencia tan particular, de la que tan a menudo forma parte el paisaje.
Las navidades perfectas así entendidas se homogeneizan con las vacaciones perfectas, al menos en el nivel de exigencia de quien las disfruta. Algo así como un nuevo triunfo del espíritu humano, incapaz quizás de provocar el meteoro perfecto, pero confiado en su adaptación basándose en un cierto dominio de las probabilidades. Los aguafiestas de final de año nos acordamos, sin embargo, de que esas probabilidades, en tanto son usadas con fines predictivos y no meramente descriptivos, son determinadas por nosotros mismos y no por la naturaleza que sólo en principio nos las dicta. ¿O acaso estaban en Louisiana preparados para el advenimiento del Katrina? ¿O estamos preparados, en algún lugar del planeta, para un maremoto similar a aquél cuyo aniversario lamentamos estos días?
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2 comentarios:
Caramba, caramba...
hola soy anónimo 2 y también digo: caramba, caramba
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