martes, 18 de abril de 2006

Dos apuntes en un día cualquiera

Uno
En El Mundo de hoy Rafael Navarro-Valls, preocupado por la reforzada notoriedad de El código Da Vinci, ahora convertido en superproducción de Hollywood, publica una diatriba en contra de dicha novela. Certifica la pobreza narrativa y la ignorancia notoria de Dan Brown declarándolas herederas del pensiero debole y de la cultura de la sospecha, y lamenta la indignación y los enfrentamientos violentos entre creyentes que va a alentar. Absurdo, pienso yo: quienes se indignan y enfrentan violentamente cuando se les tocan las creencias no son los suspicaces incansables ni los que «piensan débil». Todo lo contrario, son quienes piensan con mucha fuerza; más fuerza incluso de la que les merece el respeto al prójimo.

Al grano. Según leo en el artículo, un personaje central en la trama, redomado asesino, es un albino perteneciente al Opus Dei. Grave equivocación la de Dan Brown, quien al parecer no contaba con la existencia de los 17000 miembros de la Asociación de Albinos e Hipopigmentados Americanos, que han hecho constar su protesta ante la extensión del «viejo estereotipo del malvado albino». Me siento culpable porque durante mis 32 años largos de existencia he sido incapaz de enterarme de la existencia del ese viejo estereotipo. Magnífico, de todos modos; la cultura de la queja extiende sus largos tentáculos mediante uno de los ardides favoritos del tenaz Lucifer: el agrupamiento de las personas según sus caracteres accidentales, y la conversión de éstos en condiciones morales. El victimismo, una vez más, triunfa. Ni que hayan aprendido de Zapatero.

Y dos
El Roto siempre acierta:

«Una clara alternativa al desastre petrolífero sigue siendo la catástrofe nuclear»

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