jueves, 6 de abril de 2006

La esquerra nostra

«Una funcionaria denuncia ante el fiscal el envío de cartas de ERC», es un titular de El País de hoy. Al parecer, la denunciante recibió dos cartas de Esquerra Republicana, en abril y en mayo del año pasado, después de haber sido trasladada a un puesto de nivel inferior al que ya había consolidado. En la primera de ellas Xavier Vendrell le solicitaba el certificado anual de aportaciones efectuadas a favor de la Fundación Josep Irla, afín a ERC. En la segunda…

«A primeros de mayo [de 1995], la funcionaria volvió a recibir otra carta, también de Vendrell, recordándole que no había respondido y que si no se ponía en contacto con la secretaria de organización y finanzas de ERC, se actuaría “en consecuencia, hecho que comportará incluso el cese que todo el mundo quisiera ahorrarse”. Por eso, Vendrell le reclamaba “un gesto sencillo” para que esa “tarea desagradable” que le tocaba realizar fuera “un poco más fácil”.»

A esto se suman, según la denunciante, varias conductas calificables de presunto acoso laboral.
Vamos con la parte que ofrece más miga. Sigo transcribiendo de la noticia de El País:

«Fuentes del partido admitieron ayer que la funcionaria nunca debería haber recibido esa carta porque la carta financiera de ERC se aplica únicamente a los cargos de confianza y al personal eventual de la Generalitat [los subrayados son míos]»

Mi experiencia como personal temporal en una institución pública ha venido a enseñarme que los temporales o eventuales son los elementos más frágiles de toda la plantilla. Como los sindicatos nada ganan abogando por sus intereses, en los eventuales se concentran todas las cesiones laborales mientras, el personal fijo —el que más cuenta cuando llegan las elecciones sindicales y, por lo tanto, el reparto de ciertas prebendas y liberaciones— pasa intocado a través de los convenios con una frescura casi perfecta. Los escritos aportados por esta buena señora, así como las extrañas disculpas de nuestros buenos amigos de ERC vienen a confirmar este estado de cosas: el trabajador eventual de la Generalitat ha de avenirse a los pagos para evitar que sus superiores recurran al «cese que todo el mundo quisiera ahorrarse». No quiero parecer sectario, así que me evitaré escribir la palabra bajo cuya acepción cabe enteramente todo este comportamiento. Bueno, me mojaré un poco: empieza por «m» y termina por «afia».

¿Pero es que nadie va a pararlos?

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