Después de unos primeros momentos de desconcierto, nuestros primeros espadas (ejem) de la política nacional se han apresurado a despejarnos todas las dudas: podemos servirnos de una inversión del argumento de autoridad para suponer a Alfredo Pérez Rubalcaba una excelente elección para el Ministerio de Interior. Primero, las quejas.
(¿Que va a ser ministro quién?) Rajoy, para empezar, declaró al recién elegido indigno de su confianza. Según parece, el pecado original de quien hasta ahora ha sido portavoz del PSOE es el de haber alentado a las masas contra las sedes del Partido Popular durante la jornada de reflexión previa a las últimas elecciones generales. Acebes, ministro cuya elocuencia es fiel expresión de su valía política, prefería a cualquier otro que hubiera podido elegir Zapatero. Su protesta es más bien un temor: «¿Qué nos va a pasar a los del PP la próxima jornada de reflexión? Es como poner a la zorra a cuidar de las gallinas». La lástima es que, en mi recuerdo [post del 11 de marzo pasado], el PP perdió unas elecciones que tenía en la mano porque, sin ayuda de nadie (mi indignación no se sirvió de la famosa intervención de Rubalcaba, porque no la conocí hasta días después de las elecciones), ofreció la impresión de mentir para cargar el mochuelo de un atentado monstruoso a quienes estaban siendo caracterizados como amigos del PSOE.
Rajoy y Acebes no están solos en su batalla. Zaplana desconfía de la información «trabucada» que Rubalcaba pueda transmitir en las reuniones de la comisión de secretos oficiales y del Pacto Antiterrorista. María del Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel, el concejal de Ermua secuestrado y asesinado, sentencia que «es la peor noticia que las víctimas del terrorismo podíamos oír» y que «ahora estamos seguros de que ETA va a conseguir bastante más de lo que podíamos pensar en un principio». ¿A qué víctimas te refieres, María del Mar? ¿A las de la AVT, cuya ejecutoria sigue el dictado de Jiménez Losantos?
(El que faltaba) Ya echábamos de menos sentirnos más inteligentes gracias a las irrupciones del camarada Egibar, más callado desde que el PNV lo postergó en un arrebato de sentido común, para bien de Josu Jon Imaz y de todos. Aquí están sus argumentos contra el nombramiento de Rubalcaba, en cierta medida contrarios a los del PP:
«No encontraréis en los últimos tiempos un discurso más rancio y más español» ¡Oopa! Qué manera de arrancarse, uniendo los adjetivos rancio, de carácter francamente valorativo, y español, incapaz de calificar discursos porque sólo sirve para definir la nacionalidad de una persona. La maliciosa intención de identificar «español» y «rancio» no debe despistarnos: hay españoles modernos y revenidos, inteligentes y mentecatos, del mismo modo que hay vascos modernos e inteligentes y vascos como Egibar.
«[Los socialistas] son unos artistas para intentar anestesiar al pueblo vasco. Dicen que primero hay que consolidar la paz, según ellos, hay que verificar, y después “ya hablaremos de los problemas que tenéis”» Esa facultad hipnótica, ¿también alcanzará, por ejemplo, a los socialistas vascos? Llámese anestesia o no, queda claro que Egibar nos ofrece ese monstruito llamado proceso político, es decir, aspira a cumplir el chantaje de la violencia malgré les circonstances. Pues nada, hombre, que tengas mala suerte en lo tuyo.
«[Zapatero y Rubalcaba son culpables de] diseñar y materializar la división del nacionalismo» Lástima que esté tan equivocado este politólogo de batzoki; ya me gustaría que fuera verdad. Interesante me resulta esta invocación a la unidad de los partidos nacionalistas, sean del pelaje que sean, unidos frente a esa rancia España, cruel madrastra que, en el fondo, les da los pretextos (no las razones) para alimentarse. Que conste: estoy tentado de darle la razón en que todos los nacionalismos vienen a parar en lo mismo, es decir, en la retórica, el victimismo sin fin, el sentimentalismo, el desprecio de la razón y la ira.
(La inteligencia al poder) ¿Pero quién es Rubalcaba? ¿El maquiavelo del PSOE? ¿El manipulador sin principios? ¿El mentiroso? No sé. Sí creo que se trata de uno de esos políticos atentos más a la ética de la responsabilidad que a la de la convicción, y por lo tanto un pragmático de los pies a la cabeza, un hombre eficaz. Digamos que su modelo de conducta es el «ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». Tal vez es el político más capaz y más consciente del valor de su actividad, lo que le convierte en el adversario a evitar en las trifulcas cotidianas. Transmite tal autoridad sobre su actividad que sus intervenciones, siempre, orbitan muy por encima de las de sus correligionarios. Quienes somos aficionados a disfrutar de los buenos oradores parlamentarios, llámense Beiras, Rajoy o Borrell, hemos pasado nuestros mejores ratos escuchando a Rubalcaba, uno de los poquísimos políticos que no se sirven sistemáticamente de las fórmulas del argumentario y de los que más parece atender a la inteligencia de su auditorio.
Zapatero tiene la inmensa suerte de contar con él, y la agudeza suficiente para servirse de su talento a manos llenas. Lo mismo da que sea para sacar adelante la ley de educación, desatascar el lastimoso proceso del estatuto de Cataluña, abrir el Pacto Antiterrorista, dirigir la campaña electoral o sacarle las castañas del fuego cuando venían mal dadas en la comisión parlamentaria sobre el 11 de marzo de 2004. Recuerden la comparecencia de Zapatero en la comisión, los líos en que se había metido el pobrecillo, y cómo Rubalcaba le hizo salir airoso durante su turno de preguntas; quien en su momento lo haya seguido sabrá qué quiero decir.
A mi modesto entender, José Antonio Alonso estaba haciendo un buen trabajo en el Ministerio del Interior; creo que el nombramiento de Rubalcaba es una de las pocas cosas que pueden convertir a esta sustitución en razonable.
lunes, 10 de abril de 2006
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