viernes, 31 de agosto de 2007

La otra Rosa

Para una sección de humor. Rosa Regàs, en una entrevista a El Mundo:

Lo del acoso a las mujeres es constante. ¿Se acuerda de Pilar Miró? ¿De Clara Campomanes? No es que me compare con ellas, pero su caso me ha consolado mucho.

Sí: Clara Campomanes.

Suma y sigue

Ayer conducía y escuchaba Radio 5, "Todo Noticias". Una emisora dedicada a ofrecer noticias de la manera más escrupulosa y aséptica. Les tocaba contarlo: Rosa Díez abandona el PSOE y su escaño en el Parlamento Europeo para impulsar un nuevo partido.

Pero no. Para Radio 5, "Todo Noticias" la verdadera información consistía en escuchar a Rodolfo Ares opinando que la dimisionaria es una aprovechada, una inconsecuente y que debería haberse ido mucho antes... De la comparecencia ante la prensa de la execrada Díez no se escuchó ni un solo segundo.

Por no hablar, por ejemplo, de este ejemplo de información de fuste, o de destrucción, que nos ofrece El País:

En realidad, no hay una Rosa Díez sino dos. La primera fue la dirigente socialista ejemplar y abnegada de los tiempos más difíciles de Euskadi, cuando ETA mataba decenas de personas al año y contaba con un respaldo popular del que hoy carece (...)
Su distanciamiento del PSOE empezó, por tanto, en julio de 2000. En el Parlamento Europeo se opuso a la investigación del lino, de la catástrofe del Prestige, a las políticas de trasvases. Defendió al PP frente al PSOE con el escaño socialista. En 2004, con el triunfo de Zapatero y la llegada de Jaime Mayor al Parlamento Europeo, se alineó con la política del PP de uso del terrorismo como arma de confrontación. Sus posiciones no las defendía en el seno del PSOE.

Cuando me tropiece con un periodista de ésos que van sermoneando sobre el carácter sagrado de su misión, mi diversión será insuperable.

En fin, contemporicemos un poco leyendo a un periodista que sí sabe distinguir entre su opinión y la información:

Hay algo en el comportamiento de Rosa Díez que debería destacarse. Le hubiera bastado ponerse un poco en perfil egipcio para garantizarse su reelección en 2009. Probablemente no le habría hecho falta pelotear mucho a José Blanco para garantizarse su puesto de europarlamentaria cinco años más, hasta el límite de la jubilación. Nada le impedía legalmente haber seguido disfrutando del cargo los dos años de legislatura que quedaban. Su renuncia de ayer debería ser entendida como lo normal. Pero lo normal, ¿comparado con qué? A ver, por 25 pesetas la respuesta, nombres de socialistas que en los últimos años hayan renunciado a un cargo invocando un caso de conciencia. Un, dos, tres, responda otra vez...

[Aizpeolea en la intimidad]

jueves, 30 de agosto de 2007

Sin tiempo para posar

Las fotografías tomadas sin avisar tienen estas cosas: quienes salen no han tenido tiempo de posar y salen siempre desfavorecidos. Uno, con los ojos cerrados; otro, movido; otro con la cabeza demasiado grande...

La comparecencia de Rosa Díez y Fernando Savater, anunciada para esta mañana, ha obrado el mismo efecto. No lo digo porque no fuera previsible, ya que el abandono del PSOE por parte de Díez y la fundación de un nuevo partido eran sucesos que se empezaban a dar por sentados, aunque aún no fueran oficiales. Previsible sí, pero en el megalítico panorama político español cualquier evento fuera de lo común, aun en cámara lenta, pilla a todos sin componer el gesto para la foto. Veamos.

En el PSOE se está despidiendo a Rosa Díez con los malos modales que venían observando con ella durante los últimos años. Se ha insinuado, para deshonra eterna de quienes lo han dicho así, que no tenía intención de renunciar a su puesto de europarlamentaria: una mentira destinada a desgastar antes de tiempo la imagen de la rebelde. Se ha afirmado que sus tesis estaban más próximas al PP, del mismo modo que El País intenta convencernos a todos de que Basta Ya en el fondo sólo puede robar votos a la derecha: no se trata de una mentira, sino una lectura estúpida de la realidad dirigida a los forofos de Zapatero, los únicos que pueden creérsela. No hablan de lo que peor les sienta de Rosa Díez, que es que ella no se ha movido, y es el partido el que se ha vuelto irreconocible desde que convirtieron en paria a Nicolás Redondo. Nada, ellos a lo suyo, que va a ser agitar banderitas de España de aquí a marzo... aunque nunca en Euskadi, Cataluña ni Galicia, por supuesto.

En el PP se frotan las manos porque esperan (con razón) que el nuevo partido redunde en un desgaste del PSOE, aunque no se atreven a felicitarse en alta voz porque en el fondo desconfían de un partido abiertamente progresista, que no vacila en señalar también a la derecha como responsable del olor a gato encerrado de nuestra vida política.

En la COPE también lo celebran, pero les cuesta admitir que el mayor intelectual, Savater, respalde al nuevo partido; lo tildan de veleidoso, no le perdonan sus posturas laicistas ni su honrado compromiso con el progresismo.

En la SER no saben a qué carta quedarse. Por una parte, intentan cavar un abismo entre su PSOE y el nuevo proyecto, apelando al temor al vacío ideológico de los socialistas descontentos. Por otra, recuerdan la derrota sufrida cuando se soñó con un gobierno vasco socialista-popular, como si Patxi López, el factótum de Zapatero, hubiera conseguido mejorar los resultados... Por otra más, se afirma que es una apuesta destinada a estrellarse en las próximas elecciones. No se dan cuenta de que a muchos de los que nos hemos incluído en el proyecto el éxito electoral no nos parece el objetivo determinante, que nos basta con aprovechar esta oportunidad de tener razón y enfrentarnos de una vez y en serio a los problemas muy reales que padecemos los españoles y de los que ya nos hemos aburrido.

Me temo, y no es broma, que los únicos en enterarse de algo son los del ABC.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Los himnos de Quin


[Os bos e xenerosos / a nosa voz entenden / e con arroubo atenden / o noso ronco son, / máis sóo os iñorantes / e féridos e duros, / imbéciles e escuros / non os entenden, non...]

Anxo Quintana tiene a bien ofrecernos de vez en cuando los mejores ítems de su repertorio argumentativo para que nos entretengamos todos pensando un poquito. Su último motivo de reflexión es el pequeño escándalo que se ha montado en torno a la oportunidad de enseñar el himno gallego en las proyectadas galescolas, creadas a imagen y semejanza de las ikastolas que nos han proporcionado, entre otras ventajas, algunos de los más conspicuos representantes del terrorismo patriótico.

Para que no haya malentendidos, se debe aclarar que la iniciativa de enseñar el himno durante el ciclo de Educación Infantil partió de él y de su partido. La Conselleira de Educación, la socialista Laura Sánchez Piñón, se apresuró con buen criterio a recordar que el desarrollo de los currículos corresponde a su departamento, y que el himno no figura en aquéllos para edades tan tempranas.

Magnífico momento para que Quintana, aprovechando una celebración partidaria, haya estallado en llamas patrióticas. Acusa al PP de ultrajar a los gallegos comparando el himno compuesto por Eduardo Pondal y Pascual Veiga con un eructo; lo cual no es equivocado ni falso, sino una redonda mentira (*). Como mentira es decir que el propósito de la conselleira sea prohibirlo, a condición de saber que no impartir una materia es cosa bien distinta de prohibirla.

No, amigos, el victimismo de Quin no se para en barras: “Aquí el himno es considerado pornografía, como un videojuego violento o como un eructo”. Y todavía me estoy preguntando a qué o a quién se refiere; ingenuo de mí, como si a un nacionalista alguna vez le hubiera importado que las ofensas de las que se duele sean reales.

Y es que la izquierda española le decepciona, porque “siempre está dispuesta a seguirle el juego a la derecha más rancia”. Cuánta razón tiene Quin, y cuánto lamento que la izquierda española siga en efecto el juego al rancio conservadurismo del Bloque y de todos los que le votan convencidos de que su doctrina nacionalista es liberadora, con el mismo apego a la evidencia de quien confía en que el agua se pueda convertir en vino.

¿Sólo hay quejas? Qué va. Nuestro amigo nos describe con tintes sentimentales aquella nochebuena en la que, a sus cinco añitos, descubrió el himno cantado en familia “con un respeto profundo”… Todo un argumento de autoridad, puesto que a partir de ahora no cantar el himno gallego supondrá la omisión del reconocimiento debido a la familia Quintana, que mantuvo con vida “esos versos preciosos” en la larga y oscura etapa de la dictadura.

Y, para terminar, la referencia inevitable: “Lo que no consiguió Franco no lo conseguirá nadie en este país”. Por “este país” entiéndase a Galicia. Y ahora me lo explico todo. Las carreteras secundarias de tercera, las autovías trituradas, los incendios forestales, la dichosa preocupación identitaria como pantalla que todo lo justifica, la obsesión por los símbolos… Así, ciertamente, me doy cuenta de que la profecía quintanesca está en vías de cumplirse, de que lo que no consiguió Franco (eminente gallego, como recuerdo en cada ocasión que se me presenta), ni luego Fraga durante tantos años, tampoco vaya a conseguirlo la actual administración: que los gallegos se preocupen de lo que verdaderamente cuenta.

Porque este otro ejemplar de gallego, Antón Reixa, ha escrito una columna en El País (edición Galicia) en la que culpa de la polémica del himno… ¡al PP! O es tan ignorante que no sabe siquiera que la discusión se inició en el seno del bipartito, o no le interesa saberlo. Y, saltándome el mandamiento que me prohíbe hacer juicios de intenciones, me paro a pensar en las subvenciones que recibe de forma concomitante a la manifestación de sus simpatías políticas.

Y pienso en otras coincidencias. Por ejemplo, en el actual debate interno del PNV, en el cual se decidirá a qué velocidad van a plantear la cuestión soberanista a pesar de que siguen faltando las condiciones para un debate plenamente democrático en el País Vasco. Por ejemplo, en Carod Rovira haciendo abuso tanto de su ignorancia sobre hechos históricos como de su reducida representación parlamentaria para proponer a fecha fija un referéndum de autodeterminación a la catalana manera. Y termino preguntándome por qué estamos siempre igual, y de quién es la culpa. Y sí: buena parte de la culpa la tiene nuestro gobierno, como la tiene el partido que lo sustenta, el PSOE, no en mayor medida que el PP, también adicto a los nacionalismos cuando se trata de gobernar el Estado o lo que sea. Por eso creo que merecemos otra cosa.

Nota:
* Núñez Feijóo había respondido que a los niños de tres meses hay que enseñarles, en vez de himnos, a dormir y a eructar. No son palabras dignas de un Cicerón, pero tampoco merecen la interpretación injuriosa que el Vicepresidente de la Xunta interesadamente les da.

lunes, 27 de agosto de 2007

El gran guiñol de Julio Medem

Poco a poco creo descubrir en qué consisten las habilidades de Julio Medem. Viendo sus películas, acababa siempre por formularme un juicio mixto según el cual había seguido bastante entretenido una narración que no me importaba nada. Este contraste entre sus aciertos formales, su competencia estilística, y la escasa preocupación con que seguía las peripecias de sus personajes, venía a constituir un síntoma de algo que se me va desvelando con el tiempo.


Por ejemplo, tras ver Caótica Ana, la historia de una ibicenca hippie (todo un pleonasmo, por lo visto) y sus venturas y desventuras desde que se refugia en el mecenazgo de una mujer misteriosa, riquísima y “maternal”. Con la inconsistencia psíquica a la que nos tienen acostumbrados los personajes de Medem, se enamora y desenamora, descubre en sí ciertas capacidades como médium de mujeres muertas en trágicas circunstancias —expresión que dignifica a los fallecimientos producidos en maneras poco corrientes— durante los últimos dos mil años, y acaba conduciéndose según las pautas que le indica su verdadera y revelada naturaleza; es decir, “poéticamente”. Todo ello bien sembrado de las ocurrencias casi alegóricas ya conocidas en nuestro hombre: la luna, la tierra, el mar —donde, cómo no han de bañarse mujeres desnudas (*)—, las grutas, o, para sorpresa de todos, una lectura harto literal de la convencional oposición entre políticos halcones y palomas. En fin, Medem recurriendo al repertorio de temas, símbolos y opuestos: masculinidad y feminidad —con una visión aburridamente lisonjera hacia las mujeres—, nacimiento y muerte, el vínculo paterno-filial y tal. Si de algo ha de acusarse al director, que no sea de incoherencia. Su propósito es construir una mitología completa y mostrada mediante señales fácilmente reconocibles para un espectador deseoso de que lo adulen.

Parte del problema del cine de Medem se me reveló al imaginar las razones que le han llevado a elegir a un actor francés para interpretar a un saharaui. Nicolas Cazalé es indiscutiblemente hermoso y, aunque no tiene rasgos que nos lo permitan asimilar a un magrebí —o más bien a causa de eso—, con su morenez y su mirada escondida sí puede representar el estereotipo de bello zagal de las dunas. Además, no tiene grandes problemas en enseñar el culo en alguna escena (**). ¿Qué actor verdaderamente saharaui habría seducido convincentemente a la protagonista de la película? Y una pregunta un poco oblicua: ¿quién es más racista ante esta inconsistencia? ¿Yo por resaltarla, o quien escogió a un actor francés porque probablemente es imposible encontrar a un saharaui guapo y dispuesto a desvestirse en pantalla, vale decir, para representar uno de los tópicos más paternalistas de nuestras sociedades industrializadas?

Descubrí, en consecuencia, que a Medem le importan muy poco los personajes, las circunstancias que les rodean y los problemas que les afligen. Para sus propósitos lo más importante es mostrar una imagen descarnada, una mera representación ideal aunque increíble, o por lo menos inverosímil por la escasa probabilidad. Y es lo más cómodo, por cierto. La conducta de los personajes, en todo su cine, es caprichosa y de una versatilidad sobrehumana. Su contorno vital, poblado de imágenes y símbolos, puede desplegarse ante nuestros ojos con toda comodidad, olvidado de las molestas constricciones que vendrían impuestas por unos caracteres de cierta coherencia. En el fondo, nos encontramos ante un gran guiñol, muy fácil para el narrador y muy halagador para un espectador ávido de experiencias poéticas. Si a todo esto le sumamos alguna escena en la que se busque el llanto mediante todos los trucos y chantajes a mano, obtendremos el éxito de conmover a la audiencia aun a punta de pistola. Me refiero, claro está, a la escena del baile de Ana con el padre enfermo, objeto de buena parte de mi capacidad para la vergüenza ajena.

La mayor de las virtudes de Medem, su dominio del lenguaje cinematográfico, sólo flaquea en la secuencia del gran final, a cuya confusión se le suma la evidencia de una ingenuidad política y de un infantilismo de fondo bastante sorprendentes… o quizás no, teniendo en cuenta el concepto que parece haberse creado acerca de las personas.

Y miren bien: el pérfido Mr. H que planea guerras como quien come espárragos es nada menos que Gerrit Graham, quien representó a un rockero disparatado, Beef, en una película tan enloquecida como El fantasma del paraíso. ¿Qué todo esto les suena a chino? Pues hale, a ver el sexto largo de Brian de Palma, que es muy divertido.





Notas:
* No critico la elección de tal imagen —las mujeres desnudas me gustan como al que más—, sino su uso corriente, formulario.

** No es cuestión de capricho mencionar lo del desnudo en pantalla, porque puede tener una relevancia más allá de la anécdota. Para ilustrar la actitud del pueblo saharaui ante la representación gráfica del sexo, recordaré que, con motivo de un festival cinematográfico organizado por cineastas españoles en los campos de refugiados de Argelia, se proyectaron varias películas que fueron objeto de una curiosa y pronto desvanecida polémica. Cada vez que los personajes de aquéllas mantenían un contacto íntimo, algún vigilante nativo se apresuraba a obstruir la proyección. Además, y salvando una discusión más profunda acerca de la oportunidad de tal conducta, me interesa consignar la actitud, bastante tolerante o condescendiente, de nuestros cineastas ante este peculiar caso de censura.

jueves, 23 de agosto de 2007

miércoles, 22 de agosto de 2007

Habla el holandés errante

Paul Verhoeven es uno de los directores de cine más interesantes del momento, aunque sólo unos pocos elegidos que vemos más allá de las apariencias nos hemos dado cuenta de ello. El espectador atento siempre se da cuenta de dónde se encuentra un verdadero autor cuando es capaz de llevar a su terreno los géneros más codificados. Las musas de nuestro holandés errante son las llamadas bajas pasiones: sus personajes no nos esconden el deseo, la crueldad y el dolor, y Verhoeven siempre está dispuesto a enfocarlos con todo detalle. En particular, soy un verdadero admirador de todas sus películas de ciencia ficción, y muy en particular de Starship Troopers (1997), una fábula política que se codea con las mejores de su género. Su personalidad, apasionada y extrovertida, resulta tanto más interesante en cuanto que en las entrevistas nos permite participar sin grandes reservas de los intereses que le mueven y los juicios que le producen las distintas circunstancias de su biografía (matemático, teniente del ejército, estudioso reconocido de la figura de Jesús de Nazaret…). Tengo en mente un montón de posts interesantes, pero no me encuentro con muchas energías como para redactarlos redondamente, así que me conformaré con traducir esta curiosísima entrevista —por momentos un certamen de lucha grecorromana—, que le realizó en holandés un tal Robert Vuijsje para la Nieuwe Revu, y cuya versión inglesa podéis encontrar aquí. Empezamos:

El director de cine holandés de más éxito, Paul Verhoeven, ha recibido el Premio a la Carrera de Toda una Vida en el Festival de Cine Fantástico de Ámsterdam; sin embargo, él rechaza contemplar su propia carrera como si fuera un logro: “no se trata más que de mí. Es muy infantil”.

Robert Vuijsje.: ¿Cuándo se dio cuenta de que “lo había conseguido” en Hollywood?
Paul Verhoeven: Eso de “conseguirlo” no existe. La vida es existencial. Recorremos la vida y de camino probamos algunas cosas; después vemos si funcionan. En el negocio del cine se trata de conseguir financiación para la próxima película. Tener un éxito es la mejor manera de facilitar las cosas de cara a futuras películas y se acabó. Y al final, todos nos morimos. Tal vez más tarde en la vida uno se dé cuenta de eso, de si uno “lo ha conseguido”, como usted dice. O tal vez no.

R.V.: ¿No ve lo bien que le han ido las cosas en América?P.V.: Tal vez los demás lo ven así desde fuera, pero yo lo veo desde dentro. Mi vida gira en torno a hacer películas. Lo único que tengo en mente es mi próxima película. Y como no estoy satisfecho con mi situación actual a ese respecto, estoy insatisfecho con toda mi vida profesional.

R.V.: Usted es el hombre que no era nadie al llegar a Hollywood para acabar por conseguirlo. ¿Qué hay de malo en reconocerlo?P.V.: Usted sigue con eso de “conseguirlo”. ¡Que no lo he conseguido! Parece que usted se ha perdido toda la revolución existencialista de los últimos cien años. ¿Alguna vez ha abierto un libro? La vida no se puede describir en términos tan infantiles.

R.V.: Creo que sólo trato de hacerle una pregunta sencilla y razonable.P.V.: Lo vuelvo a explicar: mi posición como director de cine en Holanda se hizo insostenible en los años ochenta. La manera en que me hacían presentar mis proyectos a los Fondos de Producción [la institución estatal que concedía las subvenciones al cine] para conseguir su aprobación era humillante. Tenía que arrodillarme para conseguir financiación. En los años setenta, las películas eran juzgadas por esos Fondos siguiendo el criterio de la audiencia que pudieran obtener. Con la entrada de Jan Blokker en los Fondos de Producción, de repente todo tenía que ser responsable social y culturalmente. Él destruyó el cine holandés. [Verhoeven se refiere aquí a las crecientes dificultades que encontró para rodar después del escándalo despertado por su película Vivir a tope (Spetters, 1980), con sus crudas escenas de violencia y sexo, incluyendo una violación múltiple y el suicidio de uno de los protagonistas]

R.V.: Le interrumpo un momento: después de veinte años usted sigue mentando a Jan Blokker en todas las entrevistas. ¿No se da cuenta de la enorme desproporción y de la insignificancia de una refriega tan antigua?P.V.: Bueno, ahora que “lo he conseguido”, ¿no me voy a poder preocupar por lo que sea?

R.V.: Haga lo que quiera. Mi pregunta es: ¿por qué usted se subestima y manifiesta ser menos importante de lo que ha conseguido desde entonces? Es como Johan Cruyjff peleándose con Co Adriaanse, que está diez pisos por debajo de él. ¿Por qué? ¿No pueden los holandeses ser superestrellas?P.V.: Sólo es que me gusta meterme con ese hombre en cada ocasión que se me presenta. Blokker dice que después de tantos años debería dejar de quejarme de él. Para mí, ésa es una razón para argumentar en cada entrevista que él ha sido un desastre para el cine holandés. Lo hago con la esperanza de que usted lo transcriba y, particularmente, de que él lo lea. No tiene que ver con el hecho de ser holandés; sólo se trata de mí. Es muy infantil. Después de todo, todos cagamos y meamos, a pesar de lo satisfechos que estemos. En ese nivel está Jan Blokker: para mí tiene tanto significado como el cagar.

R.V.: Volviendo a su vida, usted tuvo que salir de Holanda.P.V.: Se me arrojó al frío, me convertí en un kalgestellt. Se me rechazaban todas las películas que proponía. No es que quisiera en especial irme a América, sino que la invitación resultó llegar de allí. Me ofrecieron Robocop (1987), pero no la quería hacer. Sólo la hice después de que mi mujer recogiera el guión, literalmente, del cubo de la basura y me recomendase rodarla.



R.V.: Robocop se convirtió de inmediato en un éxito, y la siguieron Desafío Total (Total Recall, 1990) e Instinto Básico (Basic Instinct, 1992). Nunca un director holandés había llegado a tanto en Hollywood.P.V.: Es que usted no quiere entender. Estamos hablando de una vida real y esos términos tan simplistas no me sirven. La imagen de mí mismo repantigándome y relajándome mientras pienso en lo buenas que deben de ser mis películas... esa imagen no es real. Para mí, no es nada el haber tenido éxito. Siempre necesitas moverte hacia el próximo proyecto. Vine a Hollywood e intenté hacer películas. Me doy cuenta de que así ha resultado y de que a cada película le ha sucedido otra. Es así de esquemático.

R.V.: ¿No llegó a América con un plan?P.V.: ¡No! Mi perspectiva era la del temor existencial de no poder hacer más películas en Holanda. Billy Wilder se fue a América también por miedo, aunque su temor existencial era de otra clase. No me diferencio para nada de otros inmigrantes. Todos entran en ese país [los EEUU] de la misma manera. El hombre que me cuida el jardín llegó porque en México no tenía nada para comer, y ahora puede mandar a sus hijos a la universidad. Ésa es exactamente la misma victoria que yo he logrado, con la única diferencia de que yo llegué a América con una formación superior. Para mí, hacer Robocop no fue un obstáculo menor que mi ineptitud para aprender griego o latín en la escuela.

R.V.: Eso no ha cambiado. ¿No ha sentido la necesidad de aprender inglés en condiciones? ¿O es que eso es parte de su atractivo?P.V.: Lo hablo suficientemente como para dirigir películas en América.

R.V.: Su atractivo... circulan historias jugosas sobre sus romances con las actrices de sus películas. ¿Qué hay de eso?P.V.: Durante el rodaje de Instinto Básico, Sharon Stone y yo estuvimos en cierto modo enamorados. El resultado de la decisión de no acostarnos se nota en pantalla. Sharon me intrigaba tanto que el gigantesco interés que sentía por ella se percibe en cada uno de los planos en que aparece. Al no haber caído en la tentación, la película ganó en emoción. Tiene que seguir habiendo misterio. Si me hubiera acostado con ella, la tensión habría desaparecido al instante. La realidad habría hecho naufragar a la fantasía. Tal vez eché a perder la mejor oportunidad de mi vida y tal vez habríamos estado fenomenal juntos, pero lo más importante era la película.

R.V.: Cuando acabaron el trabajo, ¿cuál fue el resultado de este juego psicológico?P.V.: Después, a causa de toda esa tensión, ella no me quiso nunca más.

R.V.: ¿Y usted aún la quería?P.V.: No, yo tampoco. Realizar una película así lleva catorce semanas. Cuando esa tensión sigue, pero sin realizarse, llega hasta un cierto punto y se para. La relación descarriló.

R.V.: ¿Por eso Showgirls (1995) no fue una buena película? Si damos crédito a American Rhapsody, el libro de Joe Eszterhas, el guionista de Instinto básico y Showgirls, la protagonista, Elizabeth Berkley, iba contando historias de todo tipo en el plató sobre aventuras románticas con usted…P.V.: Joe Eszterhas miente en todo, naturalmente. Altera la realidad y lo hace tan bien que lo que cuenta parece cierto.

R.V.: ¿Qué piensa su esposa de todo esto?P.V.: Durante el rodaje de Instinto Básico le pregunté a Martine si podía acostarme con Sharon. Me recomendó que no lo hiciera para no perder la concentración en la película. Ella lo percibió muy bien, aunque su consejo también era apropiado a su posición. Ahora se supone que todo ha de ser muy pacato, pero yo viví los años setenta.


R.V.: ¿Tienen ustedes un “matrimonio abierto”?
P.V.: Creo que usted quiere decir “comprensivo”. Sí que lo teníamos, sí. Pero, aun entonces, las situaciones se fueron desarrollando de una manera que sólo podemos denominar existencial. Al final resulta que al otro no le gusta. Ahora esa necesidad se ha desvanecido. Pero la atracción por otras mujeres nunca cesa.

R.V.: ¿Se arrepiente de Showgirls? Se trata de la primera de sus películas americanas que no funcionó.
P.V.: El arrepentimiento no existe; esa palabra no significa nada. Así es la vida. No se puede expresar con términos como el de “arrepentimiento”. Sí, las posibilidades de rodar una película después de Showgirls no fueron tan favorables como después de haber hecho Instinto Básico. Es mala suerte, pero nada más. Usted constantemente quiere mitologizar, pero eso no es correcto. Estamos atascados con la mitología. Lo hicieron los griegos, los cristianos, los judíos, los musulmanes unos cuantos cientos de años más tarde… No se da cuenta de hasta qué punto.


R.V.: Es que no creo que usted vea las cosas de semejante manera, en blanco y negro. Antes de irse a América, usted ganó unas veinte mil coronas por una película y tuvo que pedir prestado dinero a sus padres para comprarse una casa. Ahora usted es un director de cine de éxito en Hollywood. Hay una diferencia enorme.
P.V.: Para mí no, no de la manera en la que pienso acerca de la vida. A mis padres les hizo mucha ilusión ser capaces de darme una casa. Es otra manera de verlo. Además, me lo habrían dado de todas formas como herencia, así que no se trata de dinero.

R.V.: Sin embargo, no creo que usted no piense nunca con satisfacción en lo que ha logrado.P.V.: Claro que pienso a veces en el pasado. Pero para una entrevista es más interesante si formulo una opinión rotunda. Usted tiene una determinada imagen de mí y desea verla confirmada, pero yo a eso no juego. No quiero confirmar lo obvio. Pero de veras pienso lo que digo. El impulso y la energía en mi vida vienen de la próxima película.

R.V.: ¿Dónde nació esa ambición?
P.V.: Antes he explicado que se originó porque mi padre era el director de mi escuela. En consecuencia, tenía que sacar las mejores notas y ser el mejor en todo. Pero, ¿sacaba las mejores notas gracias a mi padre, o es que yo era el mejor estudiante? No me gusta psicologizar mucho eso…

R.V.: Una cosa más: ¿sigue la política holandesa?
P.V.: No he seguido mucho lo de la situación de Srebenica, pero parece que el parlamento ha hecho bien al decidir la evacuación. Se debería hacer lo mismo en otros países: sacar las conclusiones de una política que falla. Como el caso de Israel, por ejemplo, que desgraciadamente se ha convertido en fascista.

R.V.: Es un conflicto entre dos partes equivocadas.
P.V.: Los judíos no pueden recurrir a la Biblia para someter la tierra. Todo se reduce a esto: Dios no es un mercader. Es una cita de Gore Vidal; a lo mejor usted lo conoce y todo.

R.V.: Usted era el más listo de la clase; no deja de enfatizar su cultura general y lo leído que es, ¿y ahora sólo le dejan hacer películas de ciencia ficción?
P.V.: En una palabra, sí.

R.V.: ¿No es algo frustrante?
P.V.: A veces pienso acerca de a qué me he limitado simplemente porque una vez me comprometí con la ciencia ficción. Nunca debí haberlo hecho. Por entonces, Robocop fue el único acceso que tuve. Es así como sucedió. Ahora en Hollywood se me considera como “ese tío de las películas de ciencia ficción”. Rara vez me ofrecen otras cosas. A veces algunos thrillers, por lo de Instinto Básico; pero no son así de buenos. Podría realizar una comedia romántica. Podría dirigir una película como La boda de mi mejor amigo, me las puedo apañar con material así de ligero. Pero nunca me llaman para esos proyectos. Es frustrante; pero no es algo que pueda conmigo. En realidad, y por volver a su primera pregunta, me viene un ejemplo a la cabeza. Más o menos cuando se estrenó Robocop, me estaba tomando un café con Martine, Jan de Bont y su entonces esposa Monique van de Ven. Había un cine en la acera de enfrente con una cola que daba la vuelta a la esquina: toda era gente que quería ver Robocop. No me sentí como si lo hubiera conseguido, pero ciertamente, en ese mismo momento, se volvía tangible que la película funcionaba. Y sí, fue verdaderamente agradable.

jueves, 9 de agosto de 2007

Fastidio (post número 100)



En una misma tarde me han llamado dos amigas muy queridas y sin ninguna relación entre si. Las dos me han venido a decir lo mismo: que no voy a saber nada de ellas en tres semanas.

martes, 7 de agosto de 2007

Todo un caballero


A pesar de vivir en un siglo temeroso de la peste y obsesionado con la muerte, el caballero Antonius Block no se precipitó en una auténtica crisis hasta ver el mismo rostro de la Parca. Sus desvelos existenciales no pasaban de ser simples inquietudes; su desencanto con el uso de la fe, el lógico en un espíritu gastado en las cruzadas. Sólo usaba los restos de su voluntad para volver a casa y encontrarse quién sabe qué tras diez años de ausencia.

Cuando la Muerte le convocó, hizo lo que cualquiera en su lugar, ganar tiempo; pero no de cualquier manera: era muy inteligente y sabía que sólo mediante la seducción y el desafío, proponiendo una partida de ajedrez desesperada, podía resistir lo suficiente para realizar un solo acto que le justificase.

Se trata de la diferencia entre saber que se es mortal y experimentar de modo fulminante esa condición, entre conocer y cobrar conciencia. Es la inminencia de la muerte la que le hace reaccionar y le devuelve una genuina preocupación por la vida, la que por fin le ofrece un sentido a su existencia salvando (prolongando, mejor dicho) la de la familia de juglares.

Fue Borges quien expresó en El inmortal la curiosa intuición de que al don de la vida eterna le correspondería una pareja, incesante, degeneración; un abandono que nos haría más primitivos, más simples, menos piadosos. No estamos para relativismos morales: tanto el Antonius Block de Bergman como Borges saben que la muerte nos hace mejores, o cuando menos más interesantes.