lunes, 3 de julio de 2006

Sin comentarios - Sen comentarios


[Aquí la víctima]

Me lo ha contado hoy mi amiga Xema. En el Telexornal de la Televisión de Galicia dijeron, más o menos, lo siguiente: «el accidente en el metro de Valencia ha causado más de treinta muertos. Tenemos una mala noticia: una de las víctimas era gallega».

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Encuentro muy lamentable que se dé una visión tan particular y cerrada sobre una tragedia que afecta a tantas personas.

Yo, que soy valenciana y vivo en Valencia, pensé en personas atrapadas y chocadas en el subsuelo de manera violenta. No se me ocurrió en ningún momento pensar en su origen natal, sólo en proyectos personales interrumpidos de una manera estúpida y brutal.

Mis condolencias van por todos los damnificados y por los familiares y amigos que son los que más lo sufrirán.

Vaya un periodismo, y vaya una televisión...

Anónimo dijo...

El sábado estuve en una boda en Tarragona. Y anunciaban una ola de calor en Cataluña. Igual era así, pero vamos que me extraña que las olas de calor se hayan puesto a respetar las identidades nacionales con tanto fervor precisamente. Si es que está claro lo que dicen por ahí, que las leyes van muy por detrás de la realidad. Seguro que los fenómenos climatológicos llevan ya años respetando los límites geográficos correspondientes a las aspiraciones nacionales. De la línea pacá cumulonimbos, de la línea pallá, rayos y centellas. Habría que ver lo que opinan el granizo y el frío de cojones del País Valenciá o de Navarra ¿a quién pertenecen?
Yo me imagino a veces a una península preciosa dividida en todos esos reinitos (perdón repúblicas) (o estados socialistas y satélites) gobernados por esos talentosos políticos, héroes nacionales, que los llevaron a la Libertad, desfilando en sus coches oficiales descubiertos bajo una lluvia de confetis, todo el día paquí pallá, con un fondo musical de canciones folklóricas interpretadas por instrumentos pos prehistóricos rescatados de la malvada opresión y volviendo a sonar tol rato guinguiringuingui, que se me saltan las lágrimas.
Me imaginos los sueños de esos figuras como los de Pepe Isbert en Bienvenido Mister Marshall. Qué más podrían querer esos alcaldes de pueblo que ser presidentes de una nación. Bueno, ser emperadores, pero eso ya habrá tiempo de soñarlo,
Y es que con el nacionalismo ascendemos todos. ¿No es bonito? Mi padre cuenta siempre que cuando se murió el papá había un monaguillo venga a reirse y cuando le preguntaron que porque se reía tanto si se había muerto el Santo Padre contestó que "el escalafón es el escalafón".
Y es que no es lo mismo ser reportero del Telexornal regional que de la tele nacional. Para todos tiene el nacionalismo un carguillo, es lo que tienen los nuevos regímenes. Dicen que las revoluciones (y hasta las retroluciones) se hacen para cambiar las cosas, imponer unos ideales y tal. Pero se olvidan de la fuerza del carguillo. Carguillo para todos.
Y con el carguillo en el horizonte, por lejano que sea, todos nos hacemos más papistas que el Papa. Más que nada para que nadie piense de mí que soy menos gallego que nadie (hasta si estoy en contra del nacionalismo gallego). Si a mí me duele algo es la muerte de un gallego. Así se construyen las naciones, no con estatutos ni con olas de calor propias si no con miedos pequeñitos y por si acasos.