martes, 5 de junio de 2007

Deprisa, deprisa: la venda antes de la herida


[Zapatero, albergando nuevas esperanzas]

Hay veces en que hay que postear con urgencia, porque la rapidez, curiosamente, nos carga de razón y porque es preciso anticiparse a los espeluznantes argumentos de parte que habremos de padecer.

ETA vuelve a las andadas, pensando sin duda en procurarnos una explosiva temporada turística en la costa levantina. Lo de vuelve a las andadas es casi un chiste, teniendo en cuenta que nunca cesaron en sus actividades de asesinatos, extorsión, chantaje, amenazas, agresiones y destrucción de bienes públicos y privados. El momento del comunicado, además, está calculado con bastante buen tino: ya no corren peligro las listas de ANV que sí pudieron presentarse a las elecciones municipales. Esta evidencia deja en ridículo la actuación judicial al respecto y muy en particular la de la Fiscalía.

Preparémonos para la andanada de opinadores que nos van a aburrir con la cantinela: “que ETA rompa su alto el fuego significa que el Gobierno nunca hizo concesiones, al contrario de lo que afirmaban los siniestros políticos del PP y blablablá…”. Mentirán, o el sectarismo no les dejará ver más allá de sus narices. Que se sepa, el Gobierno —nuestro Gobierno— es la única parte que se ha empeñado en complacer a ETA en las formas más variadas. Para empezar, accediendo a dialogar aunque la actividad terrorista proseguía; atenuada, pero sin vacilaciones. También regalándonos algunas actuaciones poco memorables de la Fiscalía General del Estado. También permitiendo que los secuaces de los terroristas hayan accedido a la representación política en los municipios. También haciendo algunos juicios de intenciones un tanto suicidas: por ejemplo, el Presidente de nuestro Gobierno afirmó que Otegi es un “hombre de paz” o que De Juana Chaos es favorable al proceso de paz; dichosa paz, cuántas bobadas se cometen en tu nombre. También utilizando palabras más duras contra los adversarios políticos que hacia quienes sostenían el discurso y el chantaje de la violencia nacionalista. También negándose (¡desde la mismísima Presidencia del Gobierno!) a dar por cerrado el “proceso de paz” incluso después de un atentado, el de diciembre en Barajas, que se llevó por delante a dos seres humanos y provocó unos enormes daños materiales. También impulsando una reforma territorial (vale decir, una estampida de modificaciones estatutarias más parecida a un sálvese quien pueda) indudablemente planteada también como cebo para que los chicos de las bombas supieran cuánto se podía conseguir si seguían los preceptos del Evangelio según Zapatero...

Podría seguir amontonando facts —lo cual vale por hechos tanto como por pruebas—, o argumentar con más detalle, pero es fatigoso. Haré sin embargo algunas observaciones fragmentarias.

Sabemos, gracias a los morroskos de ETA, que hubo diálogo en muy numerosas ocasiones, tanto antes de que se informara del alto el fuego como después del atentado de Barajas. El Gobierno niega que haya participado en esas conversaciones. Es, naturalmente, mentira o, en el menos malo de los casos, una media verdad pergeñada con intenciones y principios no demasiado claros. Porque es completamente cierto que a esas conversaciones —perfectamente detalladas en Gara— no asistieron ministros ni secretarios de estado; no obstante, podemos dar por seguro que sí participaron personalidades del PSE afines a Patxi López y al camino emprendido tan personalmente por Zapatero. Escudarse en argumentos de abogado de pacotilla, tal como ha hecho el Gobierno, inducía a la desconfianza.

No faltarán quienes culpen al Partido Popular —un partido que no gobierna ni mata, que sólo mete la pata—, porque al retirar su apoyo al Gobierno puede haber bloqueado la capacidad de maniobra de éste para hacer determinadas concesiones (¿más concesiones? ¡Sí, más!). Ya saben, lo de la “deslealtad” de la oposición. Pues lamento afirmar que es la estupidez más ruin que cabe emitir dadas las circunstancias. Porque el Gobierno tuvo la oportunidad de atraer al consenso al PP con ocasión del debate sobre el estado de la Nación; señales no le faltaron para intentarlo. Esta oportunidad fue desaprovechada, lo que se debió seguramente al oportunismo de ofrecer al mundo la imagen de un PP aislado y encerrado en un discurso "rancio", y a la arrogancia de sentirse suficientemente arropado por IU y por la constelación de partidos nacionalistas (los cuales, ya se sabe, se distinguen por un sentido de estado digno de los compañeros de Alí Babá: “¿qué hay de lo mío?”). Además, debo insistir en una idea ya formulada en este blog mucho antes de que gentes como Savater o Espada lo expresasen —perdonen la inmodestia— a su modo: si verdaderamente le corresponde al Gobierno la iniciativa de la política antiterrorista, su primer deber es el de construir un consenso político suficiente para afrontar una hipotética negociación. Si tal consenso no se obtiene (por torpeza del Ejecutivo, por obstinación o cálculo político del oponente), sencillamente no se puede emprender nada. Pero nada de nada. Porque sin el apoyo del otro partido que está en condiciones de gobernar en España, sin el respaldo tácito de esos diez millones de votos, no habrá nada que se pueda ofrecer con garantías al terrorista. Pero nada de nada. Porque sin ese apoyo no se contará con la suficiente fuerza material y moral. Éste ha sido el principal error del Presidente, el que invalidaba desde el principio todos sus esfuerzos relativos a ETA.

Sobre la lealtad hacia el Gobierno: me pregunto qué es más importante, ser leal al Gobierno o ser leal al Estado. Parece claro, ¿no? Planteado el problema en estos términos, debo aclarar que yo nunca he sido leal al Gobierno a este respecto porque creo que está disparatando desde hace mucho. Aplíquese este principio a los partidos políticos. Felipe González se equivocó gravemente en su momento, porque debería haberse saltado la lógica de partido para declarar: “el deber de la oposición frente al terrorismo es apoyar al Gobierno, salvo cuando se equivoque”. Creo que en todo este proceso que, espero, ahora sí se dará por concluido, hemos renunciado a la dignidad de uno, y aun dos, de los pilares del Estado. Y también creo, al contrario de lo que dicta alguna propaganda pro-PSOE, que éste es un asunto muy importante, incluso trascendental, porque afecta nada menos que a la posibilidad de alterar mediante la violencia las normas asumidas para procurarnos una certidumbre en el trato con nuestros conciudadanos, en nuestra convivencia. Así dicho, parece muy abstracto, pero hay muchas personas en muchos lugares de España a las que les cuesta muy caro decir lo que piensan acerca del nacionalismo; lo cual ayuda a concretar las cosas, me temo.

No creo que este post sea únicamente crítico, porque detrás de él se encuentra una idea acerca de cómo deberían hacerse las cosas —desde un punto de vista izquierdista, supongo, aunque eso ya me va dando igual—; pero por si acaso resta alguna duda acerca de la naturaleza constructiva de mi blog, les invito a pinchar aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

JO, estás realmente cabreado. Creo que aunque la negociación haya sido un error, había que intentarlo, aunque ésta haya sido la última vez. Por lo menos no ha habido acercamientos de presos etarras como en tiempos del salvador Aznar...

Miguel Argüello dijo...

Tú sabes lo que pienso sobre las legislaturas de Aznar. Sin embargo, la tregua que le tocó lidiar a él no nos dejó, para nada, la impresión de humillación y ridículo que ahora tenemos muchos. Y con Aznar sí hubo acuerdo con la oposición (o sea, más representatividad y legitimidad). Y una cosa es acercar presos (un instrumento perfectamente aceptable, porque sólo atañe a la política penitenciaria) y otra es suspender la acción de la Fiscalía (lo cual es mucho más grave) y admitir al mundillo abertzale en las instituciones de gobierno. ¿Verdaderamente crees que ésta será "la última vez", cuando a Zapatero le puede dar por iniciar un nuevo proceso obteniendo de inmediato las bendiciones de los medios pro-PSOE y la ovación de partidos tan de fiar como ERC? ¿Verdaderamente nuestro juicio ha de depender casi por entero de las comparaciones supuestamente favorables respecto al antipático Aznar?