miércoles, 22 de agosto de 2007

Habla el holandés errante

Paul Verhoeven es uno de los directores de cine más interesantes del momento, aunque sólo unos pocos elegidos que vemos más allá de las apariencias nos hemos dado cuenta de ello. El espectador atento siempre se da cuenta de dónde se encuentra un verdadero autor cuando es capaz de llevar a su terreno los géneros más codificados. Las musas de nuestro holandés errante son las llamadas bajas pasiones: sus personajes no nos esconden el deseo, la crueldad y el dolor, y Verhoeven siempre está dispuesto a enfocarlos con todo detalle. En particular, soy un verdadero admirador de todas sus películas de ciencia ficción, y muy en particular de Starship Troopers (1997), una fábula política que se codea con las mejores de su género. Su personalidad, apasionada y extrovertida, resulta tanto más interesante en cuanto que en las entrevistas nos permite participar sin grandes reservas de los intereses que le mueven y los juicios que le producen las distintas circunstancias de su biografía (matemático, teniente del ejército, estudioso reconocido de la figura de Jesús de Nazaret…). Tengo en mente un montón de posts interesantes, pero no me encuentro con muchas energías como para redactarlos redondamente, así que me conformaré con traducir esta curiosísima entrevista —por momentos un certamen de lucha grecorromana—, que le realizó en holandés un tal Robert Vuijsje para la Nieuwe Revu, y cuya versión inglesa podéis encontrar aquí. Empezamos:

El director de cine holandés de más éxito, Paul Verhoeven, ha recibido el Premio a la Carrera de Toda una Vida en el Festival de Cine Fantástico de Ámsterdam; sin embargo, él rechaza contemplar su propia carrera como si fuera un logro: “no se trata más que de mí. Es muy infantil”.

Robert Vuijsje.: ¿Cuándo se dio cuenta de que “lo había conseguido” en Hollywood?
Paul Verhoeven: Eso de “conseguirlo” no existe. La vida es existencial. Recorremos la vida y de camino probamos algunas cosas; después vemos si funcionan. En el negocio del cine se trata de conseguir financiación para la próxima película. Tener un éxito es la mejor manera de facilitar las cosas de cara a futuras películas y se acabó. Y al final, todos nos morimos. Tal vez más tarde en la vida uno se dé cuenta de eso, de si uno “lo ha conseguido”, como usted dice. O tal vez no.

R.V.: ¿No ve lo bien que le han ido las cosas en América?P.V.: Tal vez los demás lo ven así desde fuera, pero yo lo veo desde dentro. Mi vida gira en torno a hacer películas. Lo único que tengo en mente es mi próxima película. Y como no estoy satisfecho con mi situación actual a ese respecto, estoy insatisfecho con toda mi vida profesional.

R.V.: Usted es el hombre que no era nadie al llegar a Hollywood para acabar por conseguirlo. ¿Qué hay de malo en reconocerlo?P.V.: Usted sigue con eso de “conseguirlo”. ¡Que no lo he conseguido! Parece que usted se ha perdido toda la revolución existencialista de los últimos cien años. ¿Alguna vez ha abierto un libro? La vida no se puede describir en términos tan infantiles.

R.V.: Creo que sólo trato de hacerle una pregunta sencilla y razonable.P.V.: Lo vuelvo a explicar: mi posición como director de cine en Holanda se hizo insostenible en los años ochenta. La manera en que me hacían presentar mis proyectos a los Fondos de Producción [la institución estatal que concedía las subvenciones al cine] para conseguir su aprobación era humillante. Tenía que arrodillarme para conseguir financiación. En los años setenta, las películas eran juzgadas por esos Fondos siguiendo el criterio de la audiencia que pudieran obtener. Con la entrada de Jan Blokker en los Fondos de Producción, de repente todo tenía que ser responsable social y culturalmente. Él destruyó el cine holandés. [Verhoeven se refiere aquí a las crecientes dificultades que encontró para rodar después del escándalo despertado por su película Vivir a tope (Spetters, 1980), con sus crudas escenas de violencia y sexo, incluyendo una violación múltiple y el suicidio de uno de los protagonistas]

R.V.: Le interrumpo un momento: después de veinte años usted sigue mentando a Jan Blokker en todas las entrevistas. ¿No se da cuenta de la enorme desproporción y de la insignificancia de una refriega tan antigua?P.V.: Bueno, ahora que “lo he conseguido”, ¿no me voy a poder preocupar por lo que sea?

R.V.: Haga lo que quiera. Mi pregunta es: ¿por qué usted se subestima y manifiesta ser menos importante de lo que ha conseguido desde entonces? Es como Johan Cruyjff peleándose con Co Adriaanse, que está diez pisos por debajo de él. ¿Por qué? ¿No pueden los holandeses ser superestrellas?P.V.: Sólo es que me gusta meterme con ese hombre en cada ocasión que se me presenta. Blokker dice que después de tantos años debería dejar de quejarme de él. Para mí, ésa es una razón para argumentar en cada entrevista que él ha sido un desastre para el cine holandés. Lo hago con la esperanza de que usted lo transcriba y, particularmente, de que él lo lea. No tiene que ver con el hecho de ser holandés; sólo se trata de mí. Es muy infantil. Después de todo, todos cagamos y meamos, a pesar de lo satisfechos que estemos. En ese nivel está Jan Blokker: para mí tiene tanto significado como el cagar.

R.V.: Volviendo a su vida, usted tuvo que salir de Holanda.P.V.: Se me arrojó al frío, me convertí en un kalgestellt. Se me rechazaban todas las películas que proponía. No es que quisiera en especial irme a América, sino que la invitación resultó llegar de allí. Me ofrecieron Robocop (1987), pero no la quería hacer. Sólo la hice después de que mi mujer recogiera el guión, literalmente, del cubo de la basura y me recomendase rodarla.



R.V.: Robocop se convirtió de inmediato en un éxito, y la siguieron Desafío Total (Total Recall, 1990) e Instinto Básico (Basic Instinct, 1992). Nunca un director holandés había llegado a tanto en Hollywood.P.V.: Es que usted no quiere entender. Estamos hablando de una vida real y esos términos tan simplistas no me sirven. La imagen de mí mismo repantigándome y relajándome mientras pienso en lo buenas que deben de ser mis películas... esa imagen no es real. Para mí, no es nada el haber tenido éxito. Siempre necesitas moverte hacia el próximo proyecto. Vine a Hollywood e intenté hacer películas. Me doy cuenta de que así ha resultado y de que a cada película le ha sucedido otra. Es así de esquemático.

R.V.: ¿No llegó a América con un plan?P.V.: ¡No! Mi perspectiva era la del temor existencial de no poder hacer más películas en Holanda. Billy Wilder se fue a América también por miedo, aunque su temor existencial era de otra clase. No me diferencio para nada de otros inmigrantes. Todos entran en ese país [los EEUU] de la misma manera. El hombre que me cuida el jardín llegó porque en México no tenía nada para comer, y ahora puede mandar a sus hijos a la universidad. Ésa es exactamente la misma victoria que yo he logrado, con la única diferencia de que yo llegué a América con una formación superior. Para mí, hacer Robocop no fue un obstáculo menor que mi ineptitud para aprender griego o latín en la escuela.

R.V.: Eso no ha cambiado. ¿No ha sentido la necesidad de aprender inglés en condiciones? ¿O es que eso es parte de su atractivo?P.V.: Lo hablo suficientemente como para dirigir películas en América.

R.V.: Su atractivo... circulan historias jugosas sobre sus romances con las actrices de sus películas. ¿Qué hay de eso?P.V.: Durante el rodaje de Instinto Básico, Sharon Stone y yo estuvimos en cierto modo enamorados. El resultado de la decisión de no acostarnos se nota en pantalla. Sharon me intrigaba tanto que el gigantesco interés que sentía por ella se percibe en cada uno de los planos en que aparece. Al no haber caído en la tentación, la película ganó en emoción. Tiene que seguir habiendo misterio. Si me hubiera acostado con ella, la tensión habría desaparecido al instante. La realidad habría hecho naufragar a la fantasía. Tal vez eché a perder la mejor oportunidad de mi vida y tal vez habríamos estado fenomenal juntos, pero lo más importante era la película.

R.V.: Cuando acabaron el trabajo, ¿cuál fue el resultado de este juego psicológico?P.V.: Después, a causa de toda esa tensión, ella no me quiso nunca más.

R.V.: ¿Y usted aún la quería?P.V.: No, yo tampoco. Realizar una película así lleva catorce semanas. Cuando esa tensión sigue, pero sin realizarse, llega hasta un cierto punto y se para. La relación descarriló.

R.V.: ¿Por eso Showgirls (1995) no fue una buena película? Si damos crédito a American Rhapsody, el libro de Joe Eszterhas, el guionista de Instinto básico y Showgirls, la protagonista, Elizabeth Berkley, iba contando historias de todo tipo en el plató sobre aventuras románticas con usted…P.V.: Joe Eszterhas miente en todo, naturalmente. Altera la realidad y lo hace tan bien que lo que cuenta parece cierto.

R.V.: ¿Qué piensa su esposa de todo esto?P.V.: Durante el rodaje de Instinto Básico le pregunté a Martine si podía acostarme con Sharon. Me recomendó que no lo hiciera para no perder la concentración en la película. Ella lo percibió muy bien, aunque su consejo también era apropiado a su posición. Ahora se supone que todo ha de ser muy pacato, pero yo viví los años setenta.


R.V.: ¿Tienen ustedes un “matrimonio abierto”?
P.V.: Creo que usted quiere decir “comprensivo”. Sí que lo teníamos, sí. Pero, aun entonces, las situaciones se fueron desarrollando de una manera que sólo podemos denominar existencial. Al final resulta que al otro no le gusta. Ahora esa necesidad se ha desvanecido. Pero la atracción por otras mujeres nunca cesa.

R.V.: ¿Se arrepiente de Showgirls? Se trata de la primera de sus películas americanas que no funcionó.
P.V.: El arrepentimiento no existe; esa palabra no significa nada. Así es la vida. No se puede expresar con términos como el de “arrepentimiento”. Sí, las posibilidades de rodar una película después de Showgirls no fueron tan favorables como después de haber hecho Instinto Básico. Es mala suerte, pero nada más. Usted constantemente quiere mitologizar, pero eso no es correcto. Estamos atascados con la mitología. Lo hicieron los griegos, los cristianos, los judíos, los musulmanes unos cuantos cientos de años más tarde… No se da cuenta de hasta qué punto.


R.V.: Es que no creo que usted vea las cosas de semejante manera, en blanco y negro. Antes de irse a América, usted ganó unas veinte mil coronas por una película y tuvo que pedir prestado dinero a sus padres para comprarse una casa. Ahora usted es un director de cine de éxito en Hollywood. Hay una diferencia enorme.
P.V.: Para mí no, no de la manera en la que pienso acerca de la vida. A mis padres les hizo mucha ilusión ser capaces de darme una casa. Es otra manera de verlo. Además, me lo habrían dado de todas formas como herencia, así que no se trata de dinero.

R.V.: Sin embargo, no creo que usted no piense nunca con satisfacción en lo que ha logrado.P.V.: Claro que pienso a veces en el pasado. Pero para una entrevista es más interesante si formulo una opinión rotunda. Usted tiene una determinada imagen de mí y desea verla confirmada, pero yo a eso no juego. No quiero confirmar lo obvio. Pero de veras pienso lo que digo. El impulso y la energía en mi vida vienen de la próxima película.

R.V.: ¿Dónde nació esa ambición?
P.V.: Antes he explicado que se originó porque mi padre era el director de mi escuela. En consecuencia, tenía que sacar las mejores notas y ser el mejor en todo. Pero, ¿sacaba las mejores notas gracias a mi padre, o es que yo era el mejor estudiante? No me gusta psicologizar mucho eso…

R.V.: Una cosa más: ¿sigue la política holandesa?
P.V.: No he seguido mucho lo de la situación de Srebenica, pero parece que el parlamento ha hecho bien al decidir la evacuación. Se debería hacer lo mismo en otros países: sacar las conclusiones de una política que falla. Como el caso de Israel, por ejemplo, que desgraciadamente se ha convertido en fascista.

R.V.: Es un conflicto entre dos partes equivocadas.
P.V.: Los judíos no pueden recurrir a la Biblia para someter la tierra. Todo se reduce a esto: Dios no es un mercader. Es una cita de Gore Vidal; a lo mejor usted lo conoce y todo.

R.V.: Usted era el más listo de la clase; no deja de enfatizar su cultura general y lo leído que es, ¿y ahora sólo le dejan hacer películas de ciencia ficción?
P.V.: En una palabra, sí.

R.V.: ¿No es algo frustrante?
P.V.: A veces pienso acerca de a qué me he limitado simplemente porque una vez me comprometí con la ciencia ficción. Nunca debí haberlo hecho. Por entonces, Robocop fue el único acceso que tuve. Es así como sucedió. Ahora en Hollywood se me considera como “ese tío de las películas de ciencia ficción”. Rara vez me ofrecen otras cosas. A veces algunos thrillers, por lo de Instinto Básico; pero no son así de buenos. Podría realizar una comedia romántica. Podría dirigir una película como La boda de mi mejor amigo, me las puedo apañar con material así de ligero. Pero nunca me llaman para esos proyectos. Es frustrante; pero no es algo que pueda conmigo. En realidad, y por volver a su primera pregunta, me viene un ejemplo a la cabeza. Más o menos cuando se estrenó Robocop, me estaba tomando un café con Martine, Jan de Bont y su entonces esposa Monique van de Ven. Había un cine en la acera de enfrente con una cola que daba la vuelta a la esquina: toda era gente que quería ver Robocop. No me sentí como si lo hubiera conseguido, pero ciertamente, en ese mismo momento, se volvía tangible que la película funcionaba. Y sí, fue verdaderamente agradable.

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