viernes, 13 de enero de 2006

Diseñó, pues, Dios al ser humano a imagen suya… (Gn, 1, 27)

La prensa española afronta el caso acerca de la enseñanza de la evolución biológica frente a los defensores del "diseño inteligente" con la habitual mezcla de condescendencia y de fariseísmo que aplicamos a todo lo que nos llega de los Estados Unidos, ese trozo del mundo poblado por paletos, fundamentalistas y brutos incapaces de descontaminar las escuelas de la religiosidad más tosca… Éste, como tantos otros asuntos, me sugiere varios puntos de fuga:
#1. El ya aludido fariseísmo del que hacemos gala. ¿Qué ejemplo podemos suponer si nosotros estamos aún lejos de suprimir el adoctrinamiento religioso en nuestras aulas? Me gustaría que el CIS se molestase en preguntar al común de la ciudadanía si a) ¿cree usted que el hombre surgió por decisión divina, o como resultado de un proceso evolutivo? b) ¿opina usted que la teoría de la creación del hombre, tal como aparece explicada en la Biblia, debería ser enseñada en la asignatura de Conocimiento del Medio? c) ¿cree usted que los primeros seres humanos fueron Adán y Eva? ¿Y que se debería enseñar así en clase de Conocimiento del Medio?
#2. Menospreciamos la religiosidad oficial en los Estados Unidos, ahora a partir de la discusión acerca de la creación o de la evolución. Los partidarios del diseño inteligente, nos decimos, eluden los criterios científicos y se dejan contaminar por un punto de vista religioso que, además, quieren imponer a todos los alumnos. Muy bien, aquí sabemos que el diseño inteligente no es un contenido que merezca entrar en los planes de estudios, pero no tengo el menor indicio de que sepamos por qué. Tenemos mucha razón cuando despachamos las creencias religiosas como irracionales y las restringimos al ámbito de lo privado; sin embargo, no seríamos capaces de argumentar ante un defensor del diseño inteligente las razones de esa restricción. Para los europeos laicos la religiosidad de los demás no pasa del carácter de fetiche, pero no nos damos cuenta de que la ciencia constituye para nosotros un fetiche igual de eficaz. En nombre de la ciencia, como categoría superadora de lo humano, y en relación al otro talismán —primo hermano— que es el del progreso, se pueden y se han llegado a cometer atrocidades; para empezar, estableciendo como científicas categorías arbitrarias ("normal" y "anormal", "suficiente" e "insuficiente", "humano" y "no humano" en fin). Su carácter de fetiche es más sutil, pero igualmente perverso.
#3. A falta de pruebas confirmatorias de su creencia, el principal argumento esgrimido por estos entusiastas del Génesis es el de la maravilla. Qué complicado e improbable es, explican, que sobre la faz de la tierra haya surgido la vida, y que esta vida a lo largo de los milenios haya evolucionado tanto y haciéndose tan compleja que por último resultado aparezca el ser humano. En efecto, la probabilidad es remota, pero tanto como lo pueda ser cualquier resultado que se produzca tomando unos mismos elementos (un "caos primordial") que forman un sistema complejo. Atendiendo a su propia y particular génesis, ninguno de estos piadosos científicos se asombra de que, a priori, la probabilidad de que un determinado espermatozoide tropiece con cierto óvulo haya tenido como consecuencia un ser humano que, ¡voilá!, resulta ser él mismo. En definitiva, cualquier acontecimiento —cualquiera— de los que vemos y vivimos cualquier día es sumamente improbable, pero ocurre. Maravillarse de ello es hacerlo también de que los ríos descarguen toda su agua en el mar, y no al revés.
#4. Si los argumentos a favor son realmente tan escasos o por mejor decir inexistentes, su mejor estrategia para defenderlos es el ataque a los postulados evolucionistas; así, los despistadillos (que siempre los hay) creerán que lo escenificado es un debate científico, y que si tal debate existe es porque existe la incertidumbre entre ambos modelos. Para entrar en este punto hay que ser cuidadoso, y recordar en qué parte ha de recaer la carga de la prueba: una teoría científica no se sustenta sólo de las dudas que pueda provocar acerca de otra teoría con la cual compite; y las dudas han de tener un mínimo de consistencia y no consistir en una recogida interesada de eventos descontextualizados y reunidos. La teoría evolucionista, por amplia que sea, tiene sus límites; la teoría evolucionista viene siendo confirmada desde hace más de un siglo por hallazgos con verdadero peso; la teoría evolucionista predice eficazmente. Un puñado de anécdotas no la invalidan, ni provocan grandes dudas acerca de su validez.
#5. Aunque no estoy demasiado informado acerca de los pormenores del diseño inteligente, me permitiré el lujo de encontrar en él la no demasiado escondida huella de una intención. En los términos en que tal suposición se presenta (si hemos de creer lo que explica la prensa), se elimina la referencia explícita a la religión, de modo que se sortea el escollo con el que se han encontrado los creacionistas hasta ahora, el de ser tildados de fanáticos religiosos. Ahora bien, hablar de diseño y de inteligente es dejar implícita la referencia a una voluntad. Diseñar es algo que no ocurre, sino que se hace; la inteligencia no se encuentra en el insondable silencio del cosmos, sino que es una cualidad que se entiende en seres. Un ser y una voluntad es lo que quieren colar de rondón en las escuelas después de que se hayan superado los anteriores ataques, a saber [tomado del excelente artículo que Stephen Jay Gould publicó en The Athlantic Monthly hace veintitantos años, Genesis vs. Geology]: las antiguas leyes, que prohibieron en varios estados la enseñanza de la evolución y que llevaron al procesamiento de John Scopes en 1925; en los años 70, el estado de Tennessee aprobó que se dedicase el mismo tiempo en las clases de ciencias a la evolución y a la creación, aunque más tarde se entendió tal disposición como inconstitucional; el mismo proceso se inició con éxito inicial en los estados de Louisiana y Arkansas en 1981.
#6. Para los diseñados inteligentemente, el ser humano supone una culminación que tiene, definitivamente, una raíz religiosa. El universo fue hecho para que en él naciera y creciera el hombre, el ser más perfecto de la creación. No es que no simpatice con la radical diferenciación entre nosotros y la naturaleza, que es en realidad la primera toma de conciencia de lo humano, la primera realización humana, pero creo que tratar de encontrar un sentido trascendente al ser humano no proporciona ayuda salvo para superar la angustia existencial; todo acaba emborronado allí donde aparece el sentido, la noción de progreso histórico. Ese apego al sentido ha cimentado una civilización, pero también tales cotas de espanto que podrían al menos hacernos dudar de si ha merecido la pena.

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