He visto una película que me ha parecido bien: La suerte dormida. La anécdota, la investigación de un accidente laboral en una mina en el que muere un joven obrero, me interesó; el desarrollo moral de la protagonista, también. La escena más eficaz, la discusión entre la protagonista y su padre, es memorable porque se afronta como se debe hacer siempre con los momentos honradamente emotivos: de frente y sin miedo al ridículo. Lo mejor es que la directora, Ángeles González-Sinde, no pretende nunca imponer su talento y narra los hechos sin manierismos.
Además, ella me cae bien y goza de los beneficios de un tranquilo atractivo muy de agradecer. Intervino antes y después de la película, opinando con atrevimiento y sentido común, en una conversación tutelada por Cayetana Guillén Cuervo y en la que también participaban Belén Gopegui y mi admirada Adriana Ozores. A su juicio, en el cine español de los 80 las películas estaban protagonizadas por profesionales liberales bien remunerados porque así los guionistas se quitaban de encima incómodas constricciones (yo estoy de acuerdo con el dictamen de Miguel Ángel Cortés: el cine español de los 80 es el peor de su historia). Admite como referentes a directores insuficientemente reconocidos como Mike Nichols o Sidney Lumet. Y por último, una guinda que aplaudí en mi fuero interno: Cayetana, mujer intrépida que cuando se aventura a dejar de leer las tarjetas preparadas abusa del lugar común, quiero decir de la sandez, terminaba la emisión afirmando que había sido un "programa de mujeres", y Ángeles irrumpió deseando que "cuando la semana que viene vengan cuatro hombres, digas que ha sido un programa de hombres".
En uno de los intermedios, zapeé un rato El lápiz del carpintero. La escena que me encontré, una sesión de sugestión a cargo de un cultivado, civilizado, simpaticón y encantador republicano con uno de sus compañeros de prisión (tosco pero honrado, también simpaticón y encantador), y un posterior advenimiento de Nancho Novo haciendo muecas para figurar un falangista me hicieron pensar que el cine español de los 80, después de todo, no estaba tan mal.
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