El artículo de Mario Vargas Llosa en El País de hoy, acerca del tan traído y llevado asunto de las caricaturas de Mahoma, es el primero de su autor en mucho tiempo que podría firmar yo mismo. En él afirma que el comportamiento de la izquierda le da "ganas de llorar". Cierto. La verdadera lástima es la nada sutil elección de los temas para sus artículos: me gustaría ver en él la misma energía para criticar la invasión de Irak (que le produjo una verdadera reacción neurótica. Para él la invasión estaba injustificada, pero la ONU debía haberla aprobado si no quería resultar deslegitimada. Todavía no me he repuesto del espanto), para condenar las torturas en Guantánamo o en Abu Ghraib, para condenar los gobiernos corruptos e ineptos de los países iberoamericanos que han venido a parar en victorias electorales de la izquierda populista —ésta sí oportunamente condenada—, et alii.
Esta actitud no es la de un intelectual que se pueda preciar de su independencia. Desde que Vargas Llosa dejó de defender una línea ideológica para convertirse en un hombre de partido, sus artículos se han devaluado y su discurso se ha debilitado. Es lo que tiene, una vez más, el sectarismo.
lunes, 13 de febrero de 2006
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