viernes, 26 de mayo de 2006

Dos caras de la verdad, y sacrificios

Verdaderamente, uno acaba por no saber cómo tratar el doble lenguaje de los políticos. Puedo reconocer su necesidad en virtud de una hipocresía bien entendida, pero no admitir que uno solo de los dos planos del discurso sea falso, injusto o inmoral.

Así, he escuchado el último examen de conciencia de George Bush y Tony Blair sin acabar de creerme que aún tengan ganas de expresarse tan pobremente para explicar el desastre humano y los problemas políticos tan complejos que han provocado con suma diligencia en Irak.
El presidente americano nos ha legado la lección que ha aprendido: debió usar un lenguaje «más sofisticado», y no expresarse con emisiones tales como «quiero a Bin Laden vivo o muerto» —o «el eje del mal», «los países gamberros», «la doctora ántrax»… sin duda le han advertido de que su fama universal de mentecato viene, en buena medida, de ese lenguaje infantil—. Se arrepiente también de su mayor error, que es ni más ni menos que las condiciones de reclusión de los presos de Abu Ghraib —para qué hablar de Guantánamo, que al fin y al cabo se encuentra en Cuba—. Y declara con solemnidad que el hecho de que no hayan aparecido las armas de destrucción masiva prometidas ha hecho que la gente se cuestione si han merecido la pena los «sacrificios» padecidos en Irak.

Subrayo la palabra «sacrificios» porque nos mete de hoz y coz en lo que Sánchez Ferlosio llama en uno de sus mejores ensayos «mentalidad expiatoria». El sacrificio aludido reduce al ser humano a un instrumento de fines más altos que él mismo. Si pensamos en esto honradamente, ¿cómo podemos seguir tomando en serio esta forma de hablar? Más aún: si tenemos en cuenta el subtexto del discursito de Bush, ¿cómo puede aspirar el Presidente americano a que olvidemos la colusión de intereses estratégicos y económicos privados que, sospechamos justificadamente, fue el verdadero motor de la invasión?

Aprendamos (mucho) de Ferlosio en Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado:

Que la llamada causa del Progreso [Blair habla explícitamente de luchar contra las “fuerzas de la reacción”] esté sujeto a accidentes no es considerado como un defecto o culpa que haya que achacarle, sino como una suerte de portazgo o de peaje que legitima la entrada en circulación de la nueva mercancía, o hasta la credencial que avala y ennoblece al portador para poder presentarla dignamente ante cualquiera

El respeto y la fidelidad a los muertos, abusando del temor reverente a profanarlos, es usado como instrumento de chantaje para imponer silencio sobre la Causa por la que murieron y obligar al respeto hacia la clase de empresas de que se trate

La sacralización de la muerte, su transfiguración en sacrificio, es una forma de capitalización. Los sacrificados son una inversión; no está claro si una inversión hecha por ellos mismos, por los supervivientes o por todos juntos

…la noción de precio o de tributo que hay que pagar por el progreso es una rotunda superstición


Si el contenido de estas citas fueran elementales verdades del barquero admitidas por todo el mundo, nos iría mucho mejor y no nos meterían tantos cuentos. Lean a Ferlosio.

Vuelvo al inicio. El doble lenguaje de los políticos es una necesidad en un entorno de relaciones fuertemente formalizadas y en las que buena parte de los afanes consiste en la construcción de la opinión pública; no es inherentemente malo, a condición de que tanto lo expresado como el propósito subyacente sean válidos. Pero es inaceptable cuando se convierte en una práctica orientada a mentir, ocultar o buscar chivos expiatorios. No lo podemos perdonar.

No hay comentarios: