Últimamente las siguientes escenas me han infundido algún optimismo:
Una biblioteca pública llena de personas en silencio, cada cual estudiando sus cosas.
En un huerto próximo a El Escorial dos hortelanos de origen marroquí han puesto mesa y sillas debajo de un árbol. La mañana es tan cálida que permite disfrutar de la sombra y de la brisa. Apaciblemente, sin interesarse por nosotros, están jugando a las damas.
Son las siete y media de la mañana y aún es noche cerrada. Dos hermanos de unos 10 años marchan calle adelante con la mochila al hombro. Se defienden del frío de la mañana con el paso rápido y hundiendo el bozo en el cuello de la cazadora. Tal vez porque es un barrio donde menudean los niños que a duras penas acuden al colegio; tal vez porque al verlos caminando tan decididos me parece entender la voluntad de progresar por el camino del estudio, pienso un poco conmovido: «yo fui uno de ésos» ≈
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