martes, 20 de junio de 2006

Brevísimo elogio de la discrepancia

¿Cómo no dar la bienvenida a Vidal después de su agradecible comentario? Si crear un blog es como lanzar una botella al mar, encontrar un solo lector es algo tan raro como un kraken… lo que convierte al océano en un espacio algo temible, pero mucho más interesante.
Vidal, te referías de manera lateral a «discrepancias puntuales» que no detallabas, supongo, por no estropear el alentador tono de tu comentario. Mi propuesta es la siguiente: si vuelves y tienes tiempo y paciencia, plantea esas discrepancias. Porque lo interesante, el jugo de la cuestión está en el debate y no en las pobres y solitarias opiniones que yo pueda tener sobre las cosas. Será la modesta forma en que demos la batalla contra dos peligros:
El primero es lo que los italianos llaman «qualunquismo», traducible al castellano por «cualquierismo»: qué más da quién mande, a quién votemos, qué pensemos, qué digamos. Es una actitud suicida y, desde luego, la más insidiosamente conservadora porque pareciendo inteligente cede la propia soberanía a qualunque.
El segundo es el sectarismo, que es lo contrario del pluralismo como una actitud positiva y eficaz de aproximación a los otros. No me refiero al viejo discurso escolar según el cual hay que buscar la cooperación porque sea buena en sí misma, sino al reconocimiento de la multitud de posturas que existen acerca de lo que nos pasa; este reconocimiento no se expresa en el aislamiento, como si los demás nos contaminasen con sus sucias opiniones, sino aclarando las razones propias cuando son desafiadas por las ajenas. Como todo buen científico sabe, la divergencia es una levadura magnífica para las propias posiciones.
Creo que respetar a los demás pasa siempre por discutir sus razones cuando no son las nuestras. Ni Falete, ni tú, ni yo ni quien quiera invitarse en adelante tenemos por costumbre mentarnos la madre, ni llegar a las manos, ni callarnos a gritos (como sí pasa, ay, en el dichoso oasis). Pues divirtámonos saliendo a la palestra.
Y (dicho sea en tono de broma), ¿acaso no es cierto que, desde los diálogos platónicos, en occidente siempre se pensó mejor en compañía, a golpe de polémica?

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