Mientras la ciencia médica intenta dar con el diagnóstico, a mí sólo me resta esperar a que los antídotos hagan efecto sobre los síntomas, a saber: exantema cutáneo, dolores articulares, moscas en un ojo, prurito.
Lo peor, amigos, es el prurito. De niños nos contaban que la tortura china consistía en hacer cosquillas al reo. Pues esto es peor, porque del picor no puedes echarle la culpa a nadie. Se instala por toda la superficie de la piel, te aguijonea ahora en el antebrazo, ahora en la espalda, ahora en la nalga, ahora en el ombligo… «Si empiezo a rascarme», piensas, «no podré parar hasta desollarme vivo»; así que intentas aguantar con temple de acero. Pero las punzadas atacan cada vez con más fuerza, cada vez en más sitios, hasta que, me cago en todo, te das por vencido y te rascas sin remedio. He llegado a encontrarme en estado de frenesí, desnudo por casa dando gritos, frotándome con una toalla por todo el cuerpo enrojecido.
Es la primera vez que he comprobado que un estímulo aplicado con la suficiente intensidad y durante un período suficiente puede volverte, literalmente, loco. No dejas de pensar en ello, no puedes concentrarte en nada, no duermes, no haces nada salvo atender a tu picor incesante.
Remedios y cantidades diarias: corticoides (Urbasón), 40 miligramos; antihistamínico (Ebastel forte), 20 miligramos. Cuando se comprobó que a persar del Ebastel, el picor aumentaba —¡todavía más!—, una atenta doctora me lo cambió por Atarax 25: una verdadera joya indicada, más que como antihistamínico, como ansiolítico; no puedes conducir ni manejar maquinaria mientras lo tomes (da igual; el prurito te incapacita tanto o más) y su fin primordial es el combatir la ansiedad, la irritabilidad, el insomnio y los estados de tensión emocional (ciertamente a todo eso he llegado por culpa del dichoso picor, que aparece en último lugar entre las indicaciones). Leo en el prospecto que la cantidad de Atarax indicada para los problemas cutáneos sólo puede llegar a los 100 miligramos al día. El primer día, ayer, dupliqué esa cantidad. Pero al menos he podido pegar ojo unas pocas horas y escribir estas líneas. A ver cuando puedo terminar el post sobre la triste historia de Beatrice Cenci, que os va a gustar mucho.
sábado, 17 de junio de 2006
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