En el civilizadísimo oasis catalán ya no es sorprendente que hoy hayan pegado a Arcadi Espada. Los aguerridos maulets que hace años arrojaban huevos a Vidal-Quadras en la diada, que ahora revientan, disfrazados de falangistas, las charlas organizadas por Ciutadans de Catalunya, que atacan en las manifestaciones o en Sant Jordi a los representantes del PP, que amenazan de muerte a quienes se oponen a las posiciones oficiales… Estas criaturas no es que sean siempre las mismas, pero son hijas de la misma cosa: el nacionalismo. No conozco otra ideología que haya recurrido, en nuestra historia democrática, a la violencia.
Sí, ya lo sé: no todos los nacionalistas insultan, agreden y matan. Pero la inversa es absolutamente cierta: los que insultan, agreden y matan (etarras, maulets, gudaris de la kale borroka, guerrilheiros do pobo galego, falangistas, especímenes del Batallón Vasco Español) son siempre, siempre, siempre nacionalistas. Es lo que viene a explicarnos esta contribución de Javier Maqueda, senador por el PNV, a una antología de la paremiología: «el que no se sienta nacionalista ni quiera a lo suyo no tiene derecho a vivir». Pues ya me puedo ir preparando a renunciar al derecho a la vida, un derecho que, eso sí, acaso disfruten en breve los grandes simios.
A mí esto me da motivos para pensar. No sé a ti.
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